En esta nueva película de Francisco Márquez, su primera en solitario (es uno de los directores de la aclamada La larga noche de Francisco Sanctis), Elisa Carricajo interpreta a una mujer de clase media, profesora de sociología, mujer separada que vive con su hijo en una casa donde tiene contratada a una mujer más humilde para algunas tareas de la casa. Ella conoce a al hijo de esta empleada un día cualquiera y todo parecería quedar ahí.
Las cosas cambian una noche de tormenta cuando alguien golpea de manera desesperada a su puerta. Cecilia (Carricajo) espía desde el interior a través de las persianas y cree reconocer a este joven. Pero entre la desesperación y las sirenas y luces policíacas se asusta y no hace nada.
Al día siguiente, las noticias anuncian la desaparición de este muchacho y la policía es acusada por la gente de su entorno. Pero nadie vio nada y no hay pruebas y en cierto modo se naturaliza que la Policía tenga el poder en estas situaciones. ¿Entonces qué queda por hacer? Cecilia intenta pero no puede volver a ser la profesora compinche y activa que era porque hay algo dentro suyo que empieza a revolverse. pero está como entumecida.
El guion, escrito por el director junto al escritor Tomás Downey (de quien me permito recomendar con fervor su libro de cuentos El lugar donde mueren los pájaros), no elige enfocarse en el costado político y social de la historia -aunque por supuesto está presente-, sino que pretende introducirse en lo que le pasa a esta mujer que no le dice a nadie lo que vio, una mujer que intenta seguir con su vida como si todo siguiera igual pero algo dentro suyo le indica y le demuestra que eso no es así. Pero lo hace desde la observación de las acciones que lleva adelante Cecilia ahora de una manera que no parece normal, como un poco corrida de la realidad.
Se puede percibir algo de La mujer sin cabeza de Lucrecia Martel en esta historia. La realidad de la protagonista empieza a percibirse cada vez más rara, siente presencias casi fantasmales y voces dentro de su casa e incluso en su profesión no puede funcionar como solía hacerlo, y los estudiantes que antes tenían cierto tipo de respuesta de su parte ahora se encuentran con algo diferente, casi como un zombie por momentos.
Cecilia se convierte en una mujer confundida que contiene el miedo y las dudas que la situación le genera pero no puede evitar que estos empiecen a crecer dentro suyo: es la culpa que aflora en medio de un laberinto en el que se encuentra perdida.
Un crimen común es entonces el viaje interno, un viaje que puede ser vertiginoso como subirse a una montaña rusa, una experiencia física de una mujer que explora los límites de su propia empatía y compromiso por fuera de la teoría, porque a la larga en la práctica no es igual de fácil. Y Márquez y Downey plantean su historia sin bajadas de líneas, apostando por un manejo sutil de recursos.
Márquez presenta una dirección notable, con un importante uso de las luces para transmitir sensaciones y estados anímicos. La película así resulta tan intrigante como provocadora pero sobre todo genera más preguntas que respuestas e invita a repensar y repensarnos. Y, por supuesto, cuenta con una actuación destacable de Carricajo aunque también de quienes la rodean, varios actores no profesionales.