Roberto (Ricardo Darín) no es un hombre feliz. Vive solo, atormentado por traumas de la juventud. Se las arregla en su trabajo como ferretero, donde debe lidiar con clientes y corredores a los que detesta. Casi no tiene amigos y se la pasa encerrado, con sus propios hobbies y problemas. Parece que nadie nada podrá alterar su triste rutina. Pero todo cambia cuando ve cómo un chino es arrojado desde un taxi, donde lo golpearon y le robaron. Pese a no querer meterse, Roberto termina llevándoselo con él. Aunque no hablan el mismo idioma, será el inicio de una extraña relación, que hará cambiar mucho en la cabeza de Roberto.
Luego de La Suerte Está Echada, su anterior largometraje, de 2005, Sebastián Borenzstein vuelve con una comedia dramática con mucho de crítica social. No teme mostrar los prejuicios de los argentinos para con los extranjeros, la burocracia en los sectores más poderosos (en este caso, la embajada china) y el abuso de poder que ejercen los “representantes de la Ley”. Borenzstein también escribió un guión preciso, con detalles, corazón, y que por momentos surfea el límite con otro tono de película (Piensen que una vaca cayendo del cielo hace pensar en un tipo de comedia más delirante).
Es verdad que las historias de parejas desparejas y choques culturales son muy comunes y los ejemplos abundan. Pero, como suele suceder, la gracia no reside en el qué sino en el cómo, y eso se debe gracias al trabajo del director y del elenco.
Ricardo Darín es él actor de cine argentino contemporáneo. Desde hace rato que forma parte del mismo grupo que Federico Luppi, Norma Leandro, Héctor Alterio y Leonardo Sbaraglia; incluso en este momento está por encima de ellos. Darín es una estrella, pura presencia en la pantalla, pero también un actor capaz de asustar, hacer reír, conmover, muchas veces las tres cosas en el mismo film. Su Roberto es un hombre devastado, tan creíble que es imposible no sentir algo por él. En eso ayuda, además, una sutil transformación física: barba crecida, panza, andar cansino...
Ignacio Huang interpreta a Jun, el chino que aparece en la ¿vida? de Roberto. Huang está correcto y se complementa muy bien con Darín. Como era de esperarse, las situaciones humorísticas surgen del choque de culturas entre esos dos personajes, sobre todo por parte de Roberto, que odia tener a Jun en su casa. Pero justamente en sus quejas, insultos y nervios alterados termina siendo desopilante.
Por su parte, Muriel Santa Ana hace de Mari, una chica del campo que viene a la ciudad para conquistar de una vez por todas a Roberto. Jun será una vía para que la relación por fin pueda concretarse. Muriel está perfecta en su personaje: romántica, bondadosa, un poco ingenua, pero también muy sensual (y sexual).
En el elenco también podemos encontrar a Iván Romanelli, conocido diez años atrás por su personaje de El Gordo Liberosky (divertido scketch del canal Much Music) y Vivian El Jaber, otrora integrante de Cha Cha Cha.
Un Cuento Chino es uno de los grandes estrenos argentinos del año, y una muestra de que la comedia dramática es un género que le sienta bien a Darín y que gusta al público. Y esperemos que Sebastián Borenzstein no tarde tanto en filmar nuevamente.