Progreso o mediocridad
Si hay una temática que le fascina a Hollywood desde sus inicios es la centrada en genios incomprendidos por un contexto social que siempre les termina haciendo pagar un generoso “derecho de piso” para ajustarse a las condiciones de vida que comparte la mayoría de la población. A partir de la década del 80, a la par de la simplificación psicológica de gran parte de los productos del mainstream, todo el asunto se homologó a las personas con algún tipo de discapacidad física o cognitiva y el sustrato en general se fue volcando cada vez más hacia la fábula de autosuperación (en muchísimos casos) o directamente al intento de rescate de la mano de un benefactor externo (en esta vertiente se suele subrayar la violencia que provoca el rechazo y la necesidad de poner “paños fríos” sobre la cuestión). Salvo rarezas como la maravillosa El Código Enigma (The Imitation Game, 2014), casi todos los exponentes del rubro cayeron en el terreno de la decepción y el maniqueísmo emocional.
En este sentido podemos afirmar que Un Don Excepcional (Gifted, 2017) funciona como una pequeña y exitosa anomalía en un enclave en donde muchos opus han fracasado de la manera más estrepitosa, pensemos para el caso en todas esas realizaciones que año a año compiten durante la temporada de premios y buscan rejuvenecer el formato “historia de vida”, por supuesto colocando el acento en la variedad de problemas/ desajustes entre el protagonista y la sociedad que lo circunda y lo limita. Aquí tenemos el mismo conflicto pero la perspectiva resulta novedosa porque en vez de seguir la dialéctica del mártir hacia la cruz y el conjunto de estereotipos relacionados, el film se juega por un enfoque tangencial centrado en una lucha por la custodia del prodigio de turno, Mary Adler (Mckenna Grace), una “nena genio” para las matemáticas y con una tradición familiar que la avala en ese campo, con mamá y abuela también especialistas en números, ecuaciones y demás yerbas.
Precisamente, la madre de la niña, Diane, se suicidó cuando ella era una beba y así Mary quedó a cargo de su tío Frank (Chris Evans), con quien convive desde entonces junto a un gato tuerto llamado Fred. El hombre a los siete años decide enviarla al colegio pero las diferencias con sus compañeros de curso pronto saltan a la vista, lo que eventualmente alerta primero a su profesora Bonnie (Jenny Slate), luego a las autoridades de la institución y finalmente a la abuela de la pequeña y madre de Frank, la testaruda Evelyn (Lindsay Duncan), la cual considera que condenar a la nena a asistir a una escuela normal minimiza sus posibilidades de progreso y por ello anhela llevársela a vivir con ella con el objetivo de que concurra a un colegio para niños dotados y/ o que superan la mediocridad promedio. Si bien la disputa entre Frank y Evelyn en torno al futuro de Mary llega al ámbito judicial, no es un duelo encarnizado modelo melodrama barato, sino un desacuerdo de tono humanista.
La inteligencia del director Marc Webb y el guionista Tom Flynn pasa -de hecho- por apostar al naturalismo sutil, no enloquecerse con la dinámica del estrado y dejar que el retrato de la pluralidad de personajes tome mayor protagonismo que la típica argucia de señalar los buenos y los malos del relato. Dentro de una estrategia inusual para los cánones reduccionistas del Hollywood contemporáneo, en Un Don Excepcional los miembros de la familia Adler disfrutan de una dimensión psicológica bastante bien trabajada que evita demonizaciones y permite leer en relativa paz la óptica de cada uno: mientras que Frank quiere ofrecerle a Mary una vida tranquila porque considera que las exigencias desmedidas de Evelyn para con Diane jugaron un papel fundamental en su suicidio, la abuela de la nena no desea que el talento de su linaje se vuelva a malgastar y en el fondo pretende que Mary adquiera el reconocimiento académico que merece, ese que Diane no pudo obtener en vida.
A pesar de sus elementos a favor, la película dista de ser perfecta debido a que el final es medio “tirado de los pelos” y la obra no consigue ir más allá del caso particular para hablar de un sistema educativo y de legitimación intelectual bastante injusto (se podría haber profundizado el suicidio de la madre de Mary para ahondar en los sacrificios económicos/ profesionales que reclaman las universidades en Estados Unidos, por ejemplo). Aun así, la propuesta es más que digna y nos regala buenas actuaciones por parte de Duncan, Evans, Slate, Octavia Spencer en el rol de una vecina de Frank y la joven revelación Mckenna Grace. Un Don Excepcional toma algún que otro ítem de los 70 (el complejizar el devenir emocional de los personajes sin estigmatizarlos), de los 80 (Frank termina entablando una relación amorosa -y de pulso lúdico- con Bonnie) y hasta del indie de los 90 (los inserts musicales esporádicos así lo confirman), redondeando un trabajo ameno y muy sensato…