Científicos al palo, cine con poca onda La historia del último ganador del Premio Nobel argentino, César Milstein, es llevada al cine por Ana Fraile, en un documental con una estructura netamente televisiva, que más allá de mostrarnos la obra de un personaje que muchos olvidaron o desconocen, se vuelve monótono ante la falta de ritmo narrativo y cinematográfico. Un fueguito, la historia de César Milstein se centra en la vida y obra del Nobel argentino, pero con un sentido más educativo que cinematográfico (esto no quiere decir que el film este mal, sino que de nada difiere de un programa de Canal Encuentro o el Discovery Channel). Por momentos, y sobre todo en aquellos que se trata la obra científica, el documental se torna de una densidad digna de un manual de escuela. No por esto deja de ser valioso, sino que por carecer de elementos cinematográficos, algo que el documental argentino supo aprovechar en los últimos años, pierde vitalidad y modernismo. El film falla fundamentalmente en el momento en que se decide contar la obra de Milstein desde el lado científico y no corriéndose de él. Uno, si no es un especialista en el tema, se quedará fuera de la obra sin entender demasiado y preguntándose si era necesario explicar lo científico como si estuviéramos en la universidad y no mostrarnos más al ser humano que estuvo tras el descubrimiento, bajando su obra a tierra. Ana Fraile, logra sin duda un film valioso en su contenido, y que será útil para pasar en la escuelas, fundaciones u organismos educativos, pero que en épocas de innovaciones y renovación visual no ha sabido aprovechar, para poder deesacartonar la historia y contarla sin que aburra.
Valioso relato sobre la vida de César Milstein Cuidado y prolijo documental dirigido por Ana Fraile Este documental, dirigido, coescrito y producido por Ana Fraile, es un tributo a César Milstein, el científico argentino que en 1984 obtuvo el Premio Nobel de Medicina y Farmacología por sus teorías sobre desarrollo y control del sistema inmunológico y el descubrimiento de la técnica para producir anticuerpos monoclonales a gran escala. El término "tributo" no intenta ser despectivo (Milstein se lo merece por sus decisivos aportes), pero sí limita su alcance, ya que se trata de una suerte de documental "oficial" (contó con el aval, el apoyo y el material de archivo de su familia) que expone todos sus logros personales y profesionales, pero no alcanza a profundizar en las facetas íntimas, en las contradicciones que toda persona (incluso un científico genial) tiene. Un fueguito reconstruye con una estructura clásica los grandes hitos de su vida y su obra: ofrece testimonios a cámara de colegas (la mayoría extranjeros) que trabajaron con él hasta su muerte, a los 75 años, en la ciudad inglesa de Cambridge, que fue la sede principal de sus investigaciones; narración en off (a cargo de Juan Leyrado) e imágenes de sus apariciones televisivas, de entrevistas que concedió, de home movies que rescatan sus aventuras por el mundo y de animaciones didácticas, entre otros múltiples recursos. La película -muy cuidada y prolija en su armado- se sigue con interés incluso para aquellos que no tienen una formación científica, pero se extraña una mayor intensidad y carnadura humana. Por momentos, Un fueguito se queda en el bronce y no permite conocer en toda su dimensión a la persona detrás del gran investigador que ganó el último Nobel para la Argentina. De todas formas, no deja de ser un relato valioso y, sobre todo, muy merecido.
El científico extraordinario empujado por su patria Conocer –ver– la historia de César Milstein es como ver una película de ciencia ficción del tipo de las que se apoyan en la permisa “qué pasaría si...”, o sea una ucronía. Un fueguito puede verse entonces casi como una ficción: es al mismo tiempo la historia de un triunfo y de una derrota. La personalidad de Milstein es tan interesante –es, casi, una fuerza de la naturaleza dispuesta a creer en su idea y buscar el conocimiento como quien busca un tesoro– que resulta un personaje cinematográfico perfecto. Además, combina con la inteligencia un fuerte costado ético: Milstein jamás cobró derechos por sus descubrimientos porque creía que eran patrimonio humano, lo que lo acerca todavía más a un héroe de la pantalla. La historia es simple: formado tanto por la educación pública nacional como becado por Cambridge, extraordinario científico, se fue de la Argentina tras el golpe de Onganía (uno de los más grandes crímenes cometido en nuestro país, siempre opacado su efecto por las tinieblas de los 70) y comenzó su trabajo capital, el que lo llevaría a crear la técnica que permite la creación de anticuerpos monoclonales, el trabajo por el que ganó el Nobel en 1984. Para entonces, Milstein era –en toda ley– ciudadano británico. Ésta es la historia conocida por todos y que el film, realizado con amor y humildad, muestra sin diluir su interés. La otra historia es la del fracaso argentino. En cierto modo, la película narra cómo sucesivos gobiernos en la Argentina han impedido su desarrollo intelectual, que es también base de su desarrollo científico y económico. De hecho, este Milstein cinematográfico es pariente de muchos otros personajes del cine más tradicional: el hombre que deja su patria para seguir un sueño y construirse, además, a sí mismo. En el fondo, Un fueguito muestra la tragedia de que vivamos no en la tierra prometida, sino en el país que sigue expulsando.
¿Quién fue Cesar Milstein? ¿qué hizo? Es probable que varios hayan escuchado de él, ya que se trata del quinto y último argentino en ganar un Premio Nobel (1984). Aunque haya sido un reputado Bioquímico, ganó el Nobel en medicina por el descubrimiento junto con otros científicos de Cambridge, de anticuerpos monoclonales, que sirven para curar tumores y cánceres. El documental de Ana Fraile, es un tributo a la memoria de Milstein (1927 -2002), y principalmente su obra. Grabada y exhibida en soporte digital, tiene una estética bastante convencional (especialmente las entrevistas) y alterna testimonios recientes de sus allegados, con entrevistas realizadas al propio Milstein poco antes de fallecer, cuando sus experimentos relacionados con los sistemas de defensa empezaron a tomar un nuevo rumbo. Junto con el material de archivo oficial, a la vez, Milstein era un gran fanático de las filmaciones caseras en película de Super 8 mm, por lo tanto, las mismas aparecen dentro del film como línea temporal. Sin hacer demasiado énfasis, también sirve para recordar el contexto socio político que vivía el país desde los años ’40 hasta los ’80. No se dejan de lado opiniones antiperonistas, el tema del exilio obligado por culpa del régimen militar, etc. Pero Fraile, no deja de lado a su protagonista y trata en un poco más de una hora explicar porque Milstein fue tan importante para la humanidad, exponiendo sus teorías y prácticas, fracasos y el camino al “éxito” gracias a sus experimentos y descubrimientos en Cambridge. No hay que buscar demasiada profundidad en casa faceta que se cuenta de su vida, casi sirve de diario íntimo, donde si alguna vez hubo una arista oscura, es mejor que quede afuera. Aunque, el documental lo muestra como una persona tan alegre, esperanzadora, optimista y algo anarquista, que es dudoso que haya habido algún episodio malogrado de su vida que merezca difusión. Además, gracias a la banda sonora, el documental se contagia del tono humorístico de Milstein y no cae en sentimentalismo o lacrimogenia baratas. Quizás al final, uno se queda con ganas de más. A pesar de ser un poco rudimentario, cumple con la función didáctica necesaria: dar a conocer a las nuevas generaciones quién fue y que hizo este científico argentino del que tenemos que sentirnos tanto o más orgullosos de lo que estamos ahora, por el “triunfo” de Campanella en Hollywood. Recordemos a los “otros” héroes de nuestra historia.
Homenaje a un gran científico Valioso documental de Ana Fraile. La historia personal y la fundamental tarea científica del Premio Nobel argentino César Milstein son el centro del documental Un fueguito: la historia de César Milstein, de Ana Fraile. El filme combina material del archivo personal, entrevistas al propio Milstein (que falleció en 2002), a su mujer, a familiares y a muchas de las personas que colaboraron con él durante sus estudios y estadía en la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña. Milstein ganó el Nobel de Medicina y Farmacología por su trabajo sobre el sistema inmunológico y por haber descubierto una técnica para producir anticuerpos monoclonales. Y eso, que puede sonar terriblemente académico o difícil de explicar en la pantalla, es uno de los elementos más interesantes del filme. Es que Fraile no teme atreverse a explicar en concreto (con dibujos, animación, etc.) lo que Milstein logró y los beneficios que eso generó, convirtiéndose en uno de los pocos documentales que logra atrapar con un tipo de material que habitualmente pertenece más a círculos universitarios. Pero todos los involucrados facilitan el entendimiento de su obra. Si el filme tiene un defecto, tal vez tiene que ver con su factura más bien televisiva, de entrevistas tras entrevistas, con una voz en off algo impostada de parte de Juan Leyrado, y con poco espacio o interés en generar climas o usar el registro documental de una manera que no sea sólo informativa. También, claro, al ser una suerte de "biografía oficial", no se llega a conocer demasiado las contradicciones del personaje. Pero el propio tono irónico de Milstein permite que él mismo de a conocer algunos de sus lados flacos, en especial -dice- en el terreno de lo emocional y de las relaciones familiares. Pero teniendo en cuenta el personaje y su obra, los huecos o fallas de la película son un problema menor. Un fueguito es el tipo de filme que bien puede servir para mostrar en escuelas secundarias y universidades (su duración de apenas poco más de una hora es la clásica para ese tipo de proyección), especialmente las dedicadas a temas médicos y bioquímicos. La figura de Milstein, acaso no tan conocida como debería, se merecía una película.
Un día cualquiera en su ciudad natal de Bahía Blanca, el pequeño César Milstein accede a un libro y cree entender que el mundo es un lugar de características colosales pero con sus múltiples zonas asombrosamente interconectadas. Los seres mínimos cuyos desplazamientos se limitan aplicadamente al ras del piso no son ajenos al movimiento de las mareas, ni las misteriosas fuerzas celestes que se agitan más allá del alcance de la vista, ni las gotas de lluvia que azotan las copas de los árboles dejan de influir en el humor de los hombres y de los animales. Los entes más pequeños y lo más grandes confluyen en un escenario que les es común de un modo ineludible. Con desacostumbrada fluidez y encanto, Un fueguito: la historia de César Milstein ensaya un retrato del premio Nobel argentino a la vez que parece reclamar para el cine la capacidad para cartografiar lo complejo sin renunciar por ello a la máxima claridad expositiva. En ese trazado termina de moldearse una zona particularmente luminosa y fértil de la película. Un fueguito: la historia de César Milstein asume como un todo la sutil descripción del hambre radical de aventura del protagonista, de ese niño deslumbrado hasta la fiebre por la inquietante posibilidad de extraer veneno del colmillo de una serpiente, junto a la del joven adulto que concluye –maravillado y fatalmente seducido al mismo tiempo –que el horizonte del conocimiento y de la ciencia está siempre corriéndose un poco más allá, que en verdad se trata de algo infinito y por lo tanto inabarcable. En sus propias palabras Milstein nos informa que cuando era un adolescente quiso armar un bolso y trabajar cerca de los barcos, a ver si en una de ésas podía hacerse a la mar. Tiempo más tarde, siendo ya estudiante de Ciencias Exactas, conoce a la chica que sería su esposa. En una charla casual ella le informa que no sabe cocinar pero que no tiene problema en ocuparse de los platos sucios. Milstein le contesta que él sí cocina, así que pueden casarse y repartirse las tareas. Ese microrrelato delicioso sirve para echar luz sobre la determinación del futuro premio Nobel, en constante estado de ánimo lúdico y lúcido, característica que la película no deja de hacer propia en el pulso ligero e inteligente de su procedimiento narrativo. Pero también parece expresar la predisposición de explorador que habita la cabeza de Milstein, de aquel que de forma perentoria quiere arrojarse al descubrimiento, a lo nuevo, de entregarse al dulce hechizo del cambio. Con su compañera viajan y ven lo que pueden del mundo, todo lo que el escaso dinero les permite. La pareja quiere mirar, saber, moverse todo lo que se pueda: Milstein es un caminador incansable y aun de viejo, con el corazón desfalleciente, no abandona sus paseos acompañado de amigos o parientes en los que cada pausa sirve de excusa para paladear mejor el gusto de la charla. Como en la secta griega de los peripatéticos, el pensamiento y el movimiento constituyen espontáneamente para el científico argentino un sistema ecológico. Así, una parte no menor de la generosa postulación de la película consiste en homologar el plano de la aventura y el plano del conocimiento de un modo plástico, esencialmente cinematográfico, estableciendo un impensado vaivén entre ambos mediante el uso de escenas extraídas de viejas filmaciones en súper ocho en las que se puede ver a Milstein con ropa de montaña bajo una tormenta de nieve, o con patas de rana y snorkel zambulléndose al agua para escudriñar feliz vaya uno a saber qué mundo excepcional bajo la superficie (un chico grande con poco pelo y figura eternamente magra), y otras en donde se ve al mismo Milstein, en lo que parece una entrevista para la televisión, discurriendo con sencilla gracia ante su interlocutor acerca de los más intrincados vericuetos de su especialidad dentro de la biología molecular. El protagonista, al igual que esta película cuya singularidad corre pareja con su aire de genuina, serena modestia, no se detiene en ningún momento en reproches ni en reconvenciones que vengan a agregar un espesor cómodamente dramático al cuento de su vida. No hay en verdad martirologio visible ni gesto lastimero alguno en la historia del científico prácticamente expulsado del país como consecuencia del desmantelamiento del Instituto Nacional de Microbiología tras el derrocamiento de Frondizi. La película de Ana Fraile, acorde a la templada intransigencia de su personaje, mantiene siempre el tono exacto de sobriedad y elegancia en el uso de las imágenes que ilustran momentos aciagos en la vida política de la Argentina. Es sabido que la historia reciente del país habilita a menudo a ceder a la tentación de diagramar su repetidos meandros con los ribetes de la tragedia. La directora se ha decidido en cambio por el aliento levemente melancólico que surge de la confrontación entre el entusiasmo del hombre retratado, trabajando incansablemente en Cambridge, Inglaterra (su país de adopción), caminando, charlando, y el recuerdo en el espectador de las palabras brutales del funcionario que antes de la forzada partida le aconseja a Milstein que mejor se marche, que el país no necesita ciencia. Una ideología atroz y un pronóstico tenebroso que el futuro inmediato no haría más que confirmar.