Un romance fugaz y lejos de lo esperado
Lejos y olvidado hace tiempo, parece el sello que el director sueco Lasse Hallström puso en títulos como Mi vida como perro; A quién ama Gilbert Grape --que produjo la revelación para el cine de un adolescente Leo Di Caprio--, e incluso la romántica Chocolate , que unió los carismas de Johnny Depp y Juliette Binoche.
Distante, también, resulta la regia adaptación de El diario de Noah , de Nicholas Sparks, que firmó Nick Cassavetes y que a nuestros lares llegó como Diario de una pasión.
Como si se tratara de recomponer infructuosamente la ilusión del amor perdido, Un lugar para refugiarse se construye como un relato romanticón, de traza conocida y con nada nuevo que agregar para distinguirse de otros olvidables.
Katie, una bella muchacha, huye de la persecución policíaca subiendo al primer colectivo que encuentra y lanzándose a un viaje que la lleva hasta Southport, un pueblito de playa en Carolina del Norte.
Con poco que decir para ocultar mucho, la chica consigue un empleo en un café para sobrevivir; entabla amistad con una vecina con cero pelos en la lengua y cruza miradas con Alex, un "príncipe" ojos azules, joven, padre de dos hijos, y sin romances a la vista desde que enviudó, dos años atrás.
Almas necesitadas de orientación y amor son las suyas y, como tales, están destinadas a encontrarse, no sin luchar contra las adversidades que llegan como fantasmas del pasado, aunque con ayuda de la oportuna "Celestina".
Vaivenes no le faltan a este guión que, por enredado, comienza a producir fastidio cuando debería provocar pasión. Eso sí, todos enmarcados en un paisaje, literalmente, de película, con música motivante y prometedora.
Pero ni las convenciones del género, ni la belleza de los protagonistas y escenarios, logran enamorar para siempre y --en todo caso y a diferencia de filmes antes mencionados-- Un lugar donde refugiarse no alcanza con el espectador, incluso con el más amante del género, entablar más que un romance fugaz.