El mutismo es salud
De un tiempo a esta parte nos hemos encontrado con diversas propuestas provenientes tanto del mainstream norteamericano como de la vertiente indie que apuestan por un regreso a la ciencia ficción minimalista y claustrofóbica símil La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), aunque más volcada al terror entendido en términos contemporáneos, léase alejado del gore y los desnudos y cercano al suspenso y -en mayor o menor medida- a los golpes de efecto. Si bien en esencia este repliegue tiene mucho que ver con el agotamiento de las dos fórmulas centrales de la década pasada, los fantasmas vengadores y el porno de torturas, la idea ha generado films interesantes como por ejemplo Hidden (2015), The Survivalist (2015), Avenida Cloverfield 10 (10 Cloverfield Lane, 2016) y Viene de Noche (It Comes at Night, 2017), todos trabajos que supieron aprovechar la dinámica del encierro compulsivo.
Un Lugar en Silencio (A Quiet Place, 2018) constituye la última entrada en esta serie y ya se empieza a notar un cierto cansancio en el formato que -como no podía ser de otra forma, tratándose de Hollywood- viene acompañado de una profundización del sustrato meloso del convite en detrimento de algún detalle verdaderamente original o un posible incremento en la tensión de fondo. Sin embargo este opus dirigido, escrito y protagonizado por el hombre orquesta John Krasinski, fundamentalmente un actor reconvertido en realizador, nos regala una experiencia placentera que por un lado lleva al extremo la que suele ser la premisa principal de este tipo de obras, el sigilo al que están sometidos los personajes para poder sobrevivir, y por otro lado se muestra un tanto previsible en lo que atañe a los antagonistas de turno, hoy unas criaturas misteriosas y ciegas que encuentran a sus presas por el sonido.
Por supuesto que gran parte de la propuesta es muda y se concentra en una familia tipo, en primera instancia compuesta por una pareja, Lee (Krasinski) y Evelyn (Emily Blunt), y tres hijos que luego del prólogo -ataque de las fieras de por medio- se transforman en dos y uno en camino (no serán las condiciones más amigables para un embarazo pero ya sabemos cómo es la humanidad cuando quiere autosabotearse, nadie la puede detener…). El guión de Bryan Woods, Scott Beck y Krasinski más que una historia en sí lo que ofrece es una colección de viñetas alrededor del duelo por el nene muerto al inicio, los preparativos para el nacimiento del que vendrá dentro de poco y el acecho permanente de los monstruos, los cuales sinceramente le deben mucho a aquellos zancudos de El Cristal Encantado (The Dark Crystal, 1982), no obstante en esta ocasión con varias hileras de dientes gigantescos, los típicos gruñidos de siempre del mainstream y una actitud bien voraz en sintonía con el xenomorfo de Alien (1979), prototipo para todos los seres animalizados postapocalípticos.
Krasinski mantiene una intensidad correcta/ relativamente angustiante durante todo el metraje y sabe exprimir la necesidad de mutismo eterno a través de una cotidianeidad que se hace muy difícil a raíz de la torpeza de los chicos y su carácter inestable, por más que el clan viva en una zona rural inhóspita. Dos son los factores que separan a la película de otras aventuras de supervivencia semejantes: la actuación de una siempre maravillosa Blunt y el concepto de jamás revelar el origen de los cazadores ni dar demasiada información sobre su naturaleza en general (en tiempos como estos, donde estamos rodeados de productos que tienden a la sobreexplicación, la jugada resulta más que meritoria). Sin ser una joya del género, Un Lugar en Silencio logra atrapar al espectador y hasta consigue sobreponerse de algunos momentos de melodrama light familiero que no llegan a manchar las virtudes del relato, vinculadas al desarrollo de personajes con mínimos recursos y a esa homologación entre tranquilidad extrema y una buena salud que puede desaparecer en cualquier instante…