osh Boone es un director que seguramente dará que hablar el año que viene ya que es el encargado de llevar a la pantalla grande un pequeño e inesperado éxito que fue el libro de John Green, The Fault in Our Stars.
Pero antes debuta con Stuck in love, una comedia chiquita que, más allá de no ser novedosa y no poder escaparle a ciertos clichés, se la siente honesta y fresca. Varios personajes desfilan por la película y son perfectamente definidos en sus primeros minutos en pantalla. La cínica (Lily Collins) que se enamora porque por más fuerte que sea su miedo a salir herida, hay cosas que no se pueden evitar.
Y el hecho de encontrarse con alguien (Logan Lerman) con quien comparte su libro preferido, o conoce “Between the bars” de Elliott Smith, o a su madre, a quien él cuida y acompaña con dedicación y cariño, cuando ella misma ya no desea relacionarse con la suya, no hace más que enfrentarla con la realidad de que es tan humana como todos, y de que no podemos evitar sentir.
El romántico (Nat Wolff) se pone en el papel de héroe, de rescatistas. Intenta salvar a Kate, es ella la que le dice que cree que le va a hacer mucho bien pero tras una fuerte recaída, un golpe contra el piso, que la lleva a rehabilitación reconoce que es ella la que tiene que salir del sitio oscuro donde se metió.
Y después está él (Greg Kinnear), el padre, el ex marido, que si bien hace más de dos años que se separó, sigue esperándola, a ella (Jennifer Connelly), sigue aguardando ahí afuera, espiándola, y no puede vivir su vida más que de una manera mecánica. Comer, dormir, coger, todo como si fuera un trámite, sin emoción alguna.
Los tres son escritores pero cada uno se dedica a escribir como puede. Él, el escritor ya consagrado, tiene en su haber un par de libros que lo han posicionado bien pero ya no escribe, no desde que ella no está. Ella escribe sobre su modo de ver la vida y las relaciones, o del modo que quisiera hacerlo, el más sencillo, pero también el menos agradable, en base a experiencias sexuales vacías.
Y el romántica no puede escribir si no vive, “un escritor es la suma de sus experiencias”, le dice el padre, y se lo tiene que recalcar para que él pueda salir y defender a la mujer que ama. Son varias historias pero todas confluyen en ese mismo lugar: es en ese hogar, aquel donde no es que sobran platos, sino que nunca faltan, para quien quiera sentarse a la mesa con ellos.
“La casa es donde vos estás”, recita esa canción que suena al principio y se resignifica al final. Es que la banda sonora se merece una mención especial, por lo bella y acertada. También la cantidad de referencias, sobre todo literarias, y una muy especial, que se dan a lo largo del film. Con un comienzo bien definido, casi haciéndonos creer que vamos a saber todo lo que va a suceder a lo largo del film, la película se desarrolla con frescura hasta un final quizás más edulcorado de lo que esperábamos, pero con cierto tono agridulce.
Es esa película que transita entre el espíritu indie y uno un poco más accesible (odio la expresión “comercial”) para el espectador promedio que pone al director en un buen lugar y nos llena de expectativas en cuanto a su futuro trabajo.