Lejos de romper con los parámetros que, año tras año, presenta la industria hollywoodense, Un novio para mi boda es una comedia dramática más que abusa de cada lugar común.
La película se centra en Michal (Noa Kooler), una judía ortodoxa de 32 años que, en medio de los preparativos para su casamiento, termina la relación con su novio debido a que este no la ama. Lejos de caer en un cuadro pseudo depresivo -y comer helado del pote, como en cualquier película norteamericana para adolescentes-, la protagonista decide seguir adelante con los preparativos de la boda.
Michal, empecinada en encontrar a un nuevo amor dentro de los próximos 30 días, decide contratar a una asesora para que le organice citas a ciegas. A medida que avanza la trama, la protagonista va conociendo a los potenciales candidatos para llevarla al altar pero, como es de esperar, ninguno parece ser el indicado, o al menos mostrar interés en poner un anillo en su dedo.
En el marco del avance que hubo en los últimos años en cuestiones feministas, Un novio para mi boda, escrita y dirigida por Rama Burshtein, podría haber funcionado como una especie de crítica social hacia el rol que muchas mujeres, sobre todo religiosas, se sienten obligadas a cumplir. Lejos de eso, la película sólo muestra una mujer encaprichada con contraer matrimonio sin importar el por qué.
Ni muy, ni tan. Ni drama, ni comedia. Con situaciones cómicas burdas y momentos dramáticos que no generan nada más que aburrimiento, nada ayuda a este film que, a medida que avanza la trama, se va volviendo cada vez menos interesante.