El mundo es un escenario.
El tópico “figuras míticas del séptimo arte en decadencia” casi siempre es tomado a chiste por el público, la crítica y gran parte de Hollywood, en una jugada que tiende a pasar por alto el trasfondo de obsolescencia programada que lleva consigo cada actor en su ADN, desde el mismo instante en que decidió incorporarse a una industria que no ve con buenos ojos el declive estético y que gusta de fijar una fecha de vencimiento cada vez más próxima para todos aquellos que hicieron una profesión del acto de pararse frente a cámaras. Más allá de la estrategia contraproducente de negar el paso del tiempo y sus consecuencias naturales, lo cierto es que el tema plantea una realidad inexpugnable y sumamente dolorosa.
Consideremos por ejemplo el caso del legendario Al Pacino, un estandarte cuyos trabajos de la década del 70 lo posicionaron en la cúspide del firmamento cinematográfico, enclave que supo defender con dignidad a lo largo de los 80 y 90 aunque sin volver a brillar con la vehemencia del primer momento. Salvo honrosas excepciones como las películas que hizo para HBO, las interesantes You Don’t Know Jack (2010) y Phil Spector (2013), casi todos los proyectos que encaró luego de Noches Blancas (Insomnia, 2002) terminaron en desastre, hundiéndolo en un terreno similar al de su colega generacional Robert De Niro, dos actores que en su vejez definitivamente privilegiaron la futilidad por sobre la audacia.
Pareciera que la experiencia acumulada por el señor y el margen de poder que aún conserva no fueron factores determinantes para evitar la pluralidad de problemas que aquejan a un opus como el presente. Un Nuevo Despertar (The Humbling, 2014) es una propuesta tan contradictoria como narcisista, algo así como una versión mediocre de Birdman (2014), hoy volcada al patetismo de la senilidad y los flashes aislados de cordura. Simon Axler (Pacino) es un intérprete marchito que se acerca progresivamente hacia la demencia, el olvido profesional y los páramos del suicidio. La “salvación” llega de la mano de un idilio con Pegeen Mike Stapleford (Greta Gerwig), una lesbiana indolente hija de una antigua amiga.
La obra sigue demasiado al pie de la letra la idiosincrasia tragicómica del protagonista y desvaría a nivel narrativo, sin lograr construir un retrato movilizador del ocaso de un artista ni del canibalismo en general del Hollywood contemporáneo. De este modo, una tras otra se suceden escenas desapasionadas -y algunas hasta pretendidamente satíricas- en las que sólo se destacan los esfuerzos del propio Pacino por remontar una faena muy deficitaria desde el punto de vista dramático. Las citas a John Cassavetes, Robert Altman y Woody Allen por parte del siempre errático Barry Levinson no alcanzan para sostener un film anodino que confunde redención y placebo, así como Axler confunde realidad y ficción…