Es curioso que esta película que data del año pasado tenga tantas similitudes con Birdman, también del mismo año. Incluso que algunas escenas se parezcan tanto entre sí. Al menos en su contenido, porque mientras Birdman, más allá de que quien les escribe ha sido detractora del film de Iñárritu, apostaba a un estilo propio, Un nuevo despertar no apela a lo estético, sino que cae en una cinematografía simple e intimista.
Al Pacino interpreta a Simon Axler, un actor envejecido con un carrera envejecida incluso. Vive solo, su senilidad comienza a hacerse presente, y su único contacto constante es con su psiquiatra, mayormente a través de Skype. Tras un breve lapso internado regresa a su casa y aparece una joven, hija de quien fue amiga y colega. Greta Gerwig interpreta a una lesbiana confundida que va a irrumpir en la vida del actor con su impulsividad y forma libre de ser y con quien, más allá de la diferencia de edad, comenzará una relación.
Dirigida por Barry Levinson (director desparejo, en cuya filmografía aparecen películas como Rain Man, Bandits y Yes Man), la película es una adaptación de Philip Roth y está escrita por Buck Henry y Michal Zebede. En el guión se intercala realidad con fantasías producto de un estado mental cada vez más deteriorado.
En la vida solitaria que llevaba Simon comienzan a aparecer continuamente personajes excéntricos en su casa o sus alrededores, y en general son mujeres.
Al Pacino no falla en su papel (aunque es inevitable ver a Al Pacino en lugar de a Simon Axler en muchos momentos) y Greta le aporta mucha frescura a su personaje.
Pero al final Un nuevo despertar termina no siendo mucho más que un conjunto de buenas actuaciones. El film se torna irregular y fallido, haciendo de él una interesante reflexión sobre el mundo de los actores, y lo que conlleva convertirse en muchas personas hasta tal punto de a veces no saber cuándo se está siendo uno mismo y cuándo se está actuando, pero no mucho más.