Con la vida de otro
Marcial (Joaquín Furriel) es un tipo seco, de pocas palabras. Consigue un trabajo de sereno en una fábrica por el que debe pasar las noches recorriendo un lugar sucio y oscuro; y si algo fuera de lo común sucede, debe anotarlo en un cuadernito. Marcial es callado, y destina su tiempo a observarlo todo, dentro y fuera de la fábrica, particularmente lo que ocurre en al casa de al lado. Pero su puesto es sólo una excusa para llevar a cabo su verdadero trabajo, aquel que le han encargado y por el que cobra mucho más que un sereno.
En la fábrica conoce a Miriam (Maricel Álvarez), una de las empleadas; y en su otro trabajo, se encuentra con Ramón (Alejandro Urdapilleta), hombre mayor que sufre demencia senil.
Miriam es muy diferente a él: habla mucho y todo el tiempo, le expresa lo que siente, lo quiere cuidar. Y mientras tanto él se hace cargo de Ramón, ese viejo que de alguna forma apareció en su vida.
Con la aparición de Ramón, Miriam -y con ella, su hija Malena-, Marcial experimenta lo más parecido a una familia que podría tener; arma un rompecabezas de varias piezas, pero que ninguna parece serle propia.
El viejo no es su padre, la nena no es su hija, y Miriam sólo está ahí. Marcial pareciera estar viviendo la vida de otro, pero a partir de que se encuentran, los personajes se necesitan y arman un burbuja donde tienen lo que les falta.
La película comienza como un thriller oscuro, con un hombre enigmático que pronto revela lo que esta ocultando. Contiene escenas de violencia, y un clima de suspenso muy bien logrado.
A partir de la segunda mitad de la trama, presentados los personajes, la historia pega un giro, y se torna mas dramática.
Con excelentes actuaciones -es de destacar la de Alejandro Urdapilleta- y un clima que atrapa desde el comienzo, la película es por momentos tan silenciosa como su protagonista, y las imágenes muestran más que lo que dicen las palabras.
Sin embargo, algunas fallas en el guión hacen que no podamos comprender del todo a los personajes y los vínculos entre ellos. No sabemos por qué Marcial se hace cargo de Ramón, ni que encierra su silencio, ni por qué se arriesga más allá de su trabajo. Pareciera que el silencio del protagonista esconde muchas cosas que la historia finalmente nunca revela, lo que genera cierta incomodidad en el espectador.