Sordidez de madres primerizas
Un Pequeño Favor (A Simple Favor, 2018) es una de las poquísimas comedias recientes norteamericanas que logran su cometido y todo el asunto resulta algo paradójico ya que la película en cuestión más que sólo despertar sonrisas o alguna que otra carcajada, lo que pretende es mantener tensionado al espectador porque gran parte de la narración se vuelca sin medias tintas al terreno del thriller de misterio símil Perdida (Gone Girl, 2014) y La Chica del Tren (The Girl on the Train, 2016), ahora centrado en los secretos, tabúes y truculencias que se esconden en la intimidad del hogar de un par de burguesas de aparente buen pasar con un niño chiquito cada una; pantomima mentirosa que asimismo trae a colación esos clásicos “muertos en el placard” de la clase social y su obsesión con mostrar una superficie resplandeciente cuando por debajo los problemas irresueltos se acumulan sin cesar, se tapan con otros disgustos o permanecen en estado latente esperando la implosión.
La historia comienza cuando Stephanie Smothers (Anna Kendrick), una ama de casa viuda y madre de Miles (Joshua Satine), y Emily Nelson (Blake Lively), una relacionista pública para una compañía de moda, esposa hiper sexy y elegante de Sean Townsend (Henry Golding) y progenitora de Nicky (Ian Ho), se hacen amigas entre martinis para ellas y “citas de juego” para los nenes, ambos compañeros en la escuela primaria. Un día Emily le pide a Stephanie ese “simple favor” del título original en inglés que se reduce a recoger a Nicky en el colegio y cuidarlo porque ella tiene mucho trabajo y Sean, un profesor de literatura, está en Londres. Pronto todo deriva primero en la enigmática desaparición de Emily, luego en la pesquisa de una curiosa y de por sí bastante neurótica Stephanie, después en el hallazgo del cuerpo de la extraviada en un lago, y finalmente en el inicio de una relación romántica entre Smothers y Townsend, quienes apuestan a convivir juntos.
El film de Paul Feig, un director responsable de un montón de comedias estúpidas de los últimos años, por un lado recurre en demasía a diálogos cancheros y con insultos facilistas/ gratuitos, tan típicos de nuestro presente y de la falta de sutileza del mainstream, aunque por otro lado sabe explotar el misterio de base con una Emily que -por supuesto- no está muerta y que arrastra diversas cuentas pendientes desde hace tiempo (Sean y ella rozan la bancarrota por su más que elevado nivel de gastos, él tuvo un único libro exitoso en su carrera, y Emily en especial esconde una identidad familiar tétrica que prefiere mantener en las sombras) y una Stephanie que en esencia desencadenó la muerte de su esposo y su medio hermano (luego del fallecimiento de su padre la mujer tuvo un affaire con su medio hermano y su marido lo descubrió, provocando que ambos perezcan en un “accidente” automovilístico en plena pelea). El guión de Jessica Sharzer, a partir de una novela de Darcey Bell, también le saca provecho al marco general de la trama, una serie de posteos en un video blog propiedad de Smothers en el que constantemente se sale de tema -léase manualidades y recetas- para relatar las últimas novedades acerca del caso de su ex amiga.
Resulta indudable que los 117 minutos de metraje son algo excesivos no obstante la jugada de alargar algunas secuencias le sale relativamente bien al realizador porque logra un retrato meticuloso de las dos mujeres y su círculo íntimo, todo el tiempo combinando cual ciclotimia demencial ciertas posturas y tics ridículos de la comedia light con un tono y un desarrollo más en sintonía con los estudios de personajes sórdidos que desean resolver a los apurones sus inconvenientes financieros/ familiares/ existenciales. Un concepto muy interesante que atraviesa a la propuesta es la idea de desacralizar a las madres primerizas como unos angelitos abnegados cuya inocencia en el arte de traer más y más palurdos a este mundo sólo es equiparable con su sacrificio a nivel esencial, eso de renunciar a muchas cosas para hacerse cargo del purrete. En lo que respecta a las protagonistas, ya sabíamos que Lively es una actriz eficaz por trabajos como Atracción Peligrosa (The Town, 2010) y Miedo Profundo (The Shallows, 2016), sin embargo la que se abre camino como una intérprete más habilidosa de lo que se suponía es Kendrick, casi siempre condenada a films horribles o intercambiables y aquí sabiendo adaptarse a las vueltas de un relato voluble…