La película de Wes Anderson es una maravilla inusual en el Hollywood de hoy. Gran factura visual, enormes trabajos actorales y una música soñada.
Por Andrea Migliani
Las anteriores películas de Wes Anderson fueron preludios maravillosos de lo que, desde este último jueves 18 de octubre podemos gozar en el cine. Así, Bottle Rocket (1996), Tres Son Multitud (1998) y Los Excéntricos Tenenbaums (2001), La Vida Acuática (2004) y Viaje a Darjeeling (2007), lo toman en un estado de madurez y minimalismo que se agradece para narrar esta historia situada en 1965.
El ámbito es un campamento de verano infantil en el que dos niños agotados de la hipocresía y un entorno difícil deciden fugarse. Están enamorados, el mejor estado para rebelarse. Así, Sam Shakusky interpretado por Jared Gilman, un Boy Scout y Suzy Bishop, en la piel de Kara Hayward, cuyos padres son Walt, encarnado por Bill Murray y Laura, en una siempre brillante Frances McDormand, rápidamente entraran en conflicto con los encargados de la búsqueda de los menores, el Jefe de Policía Sharp, papel ideal para Bruce Willis y una intolerable trabajadora social que interpreta Tilda Swinton.
Pero antes de la factura técnica detengámonos en las brillantes actuaciones de estos jóvenes cuya rebeldía deviene en revelación de otra cosa más profunda que un exabrupto de juventud o inestabilidad propia de la pubertad. Hay pasión, amor y sobre todo agotamiento de lo que los agobia. El resto del elenco cumple a la perfección.
Pero más allá de que cada escape sea una búsqueda y de que la epifanía llegue o no, la construcción visual y narratológica del film de Anderson es de una sencillez que se agradece pero no por ello menoscaba su factura técnica. Un impecable trabajo con el color, especialmente en escenas de exterior, sumado al plano secuencia maravilloso que nos introduce en la historia, llena la pantalla de poesía cuando ya creíamos que en una historia así no era posible.
Una música de ensueño y la revelación de que estos jóvenes ponen sobre la mesa la contención que los adultos normalizados no pueden hacer estallar en verdades, es sólo un tip de los tantos que Un reino bajo la luna tiene para entregar. Maravilloso film para deleite de los seguidores de Anderson y para que lo descubran (¿hay alguien aún?) aquellos que no conozcan a este maravilloso y siempre sorprendente realizador.