Todos aquellos que hemos seguido con devoción el devenir de Wes Anderson a lo largo de los años creíamos saber a lo que nos ateníamos y en buena medida considerábamos que el norteamericano ya no podría ofrecernos novedades significativas en lo referido a ese universo de ensueño -con ámbitos extremadamente cotidianos- que una y otra vez reaparece en su extraordinaria carrera. Nada nos hacía prever que con la llegada de Un Reino bajo la Luna (Moonrise Kingdom, 2012) estaríamos ante la obra maestra definitiva del realizador, la cúspide de un estilo que se abre camino por su singularidad y riqueza no sólo en el panorama cinematográfico hollywoodense sino también en su homólogo a nivel global...