Apenas empieza Moonrise Kingdom suena la Guía de orquesta para jóvenes (variaciones y fuga sobre un tema de Purcell), de Benjamin Britten, que sirve como gran metáfora del aprendizaje, fundamental en la película, pero también le otorga su estructura orquestal a la narración. Wes Anderson ya había copiado la estructura teatral en Rushmore, la de una novela en Los excéntricos Tenenbaum y del documental oceanográfico en La vida acuática. Toda su filmografía aparece ahora aquí citada, a veces de manera superficial, y esta historia de amor en fuga preadolescente, entre un boyscout huérfano y su alma gemela, parece ser el hermoso cierre de una etapa para el cineasta.