Un sueño hermoso es el claro ejemplo de que cuando una historia es de por sí buena, rica y atrapante, puede sobrevivir a cualquier organización narrativa por más convencional y clásica que ésta sea. El mérito entonces del director Tomas de Leone está en la curiosidad insistente de aquel que navega en su computadora a altas horas de la madrugada buscando entender, resolver y reconstruir un suceso. En este caso, la vida de Alejandra Podestá. ¿Pero quién fue esta persona? El documental asume la ignorancia del público general por lo que elige tomar como puerta de entrada a la figura de María Luisa Bemberg. Fue la reconocida directora de cine, aquella que hablaba de feminismo en una televisión que se inquietaba mucho más que hoy al escuchar esa palabra, la que decidió hacer de Podestá una princesa. Sin experiencia actoral, cursando sus últimos años de secundaria, la joven llegó al casting de De eso no se habla porque precisaban un personaje femenino con enanismo. Ella no solo cumplía los requisitos, sino que estaba necesitada por escapar de su realidad. Un padre abandónico que se fue del país ni bien nació y una madre que en su sobreprotección ocultaba el sentimiento frente a la desgracia. Era una oportunidad única, de esas que pasan una vez en la vida. Así terminó viviendo adentro de un sueño nada más ni nada menos que junto al mismísimo Marcello Mastroianni.
Lo que ocurrió después de la película es lo que el documental busca descifrar a través de los diversos testimonios de las personas que tuvieron contacto con ella durante aquel rodaje de 1993. Desde el equipo técnico, como la productora Lita Stantic y el asistente de dirección Alejandro Maci quienes recuerdan a Podestá como alguien muy cuidada por la propia Bemberg. Hasta un grupo de actores con enanismo que participaron como extras en una de las escenas que confiesan como la presencia de ellos en el set incomodaba tanto a la actriz protagonista al punto de no querer salir durante varios días. Como si la cercanía con sus similares reafirmaba su condición física que tanto le perturbaba. Su estrellato no duró más que algunos meses. Una exposición fugaz que una vez terminada la devolvió tal y como vino a su casa del barrio de Agronomía. Y ahí comenzaron los problemas. Sin ánimos de spoilear mucho, el relato construye su tono crudo y melancólico a partir del trágico final de la joven, quien de un día para el otro había decidido encerrarse en su propia casa y no salir nunca más. Ahora la princesa volvía a enjaularse en su torre. De esta manera, Un sueño hermoso arroja una doble dimensión donde además de reconstruir la figura de esta estrella fugaz, dispara una reflexión social en torno a qué lugar ocupan en la sociedad las personas que difieren a los parámetros normales y establecidos. Es difícil no pensar que las intenciones críticas y con fines esperanzadores que propuso Bemberg en su última película terminarían convirtiéndose en un agravante más para el triste final de Podestá.
Por Felix De Cunto
@felix_decunto