Mi corazón de oro
Mal que pese, Sandra Bullock merecía un Oscar desde hace rato aunque no precisamente por sus dotes actorales, sino más bien como un reconocimiento por parte de la industria para con la máxima responsable, junto con Julia Roberts, de que las comedias bobaliconas sigan siendo rentables a nivel masivo. La excusa llegó con Un sueño posible (The Blind Side, 2009), una película algo bizarra en términos formales: comienza como un melodrama basado en golpes bajos, continúa con ritmo de comedia familiar y termina desembocando en una propuesta deportiva con un remate simplón vinculado a la auto- superación personal.
El guionista y director John Lee Hancock no cae en los patetismos superfluos de la reciente Preciosa (Precious: Based on the Novel Push by Sapphire, 2009) y maneja un tono ameno, dejando bastante espacio para los detalles cómicos. Si bien está repleto de estereotipos hollywoodenses, el film se toma su tiempo para desarrollar los personajes y en conjunto llama la atención por su amplitud narrativa. La historia gira alrededor de la relación entre Michael Oher (Quinton Aaron), un joven negro corpulento y sin hogar, y Leigh Anne Tuohy (Bullock), una mujer ultra independiente, segura de sí misma y cabeza de familia.
Un buen día los Tuohy encuentran a Oher vagando por la calle, le ofrecen un lugar donde quedarse y eventualmente lo terminan aceptando como un miembro más del clan. Superando los traumas de su pasado, madre adicta al crack y varios padres sustitutos incluidos, Michael de a poco descubrirá que su físico le asegura un futuro como jugador de fútbol americano, esa versión afeminada y con protectores del rugby que tanto enloquece a nuestros vecinos del norte. Desde ya que el énfasis del relato está puesto en el desempeño de Bullock, quien en esta oportunidad ofrece una interpretación aguerrida, muy profesional.
A esta altura podemos confirmar que los dramas constituyen el pináculo de su carrera: la presente, Infame (Infamous, 2006) y Vidas Cruzadas (Crash, 2004) son sus mejores trabajos hasta la fecha. Más allá de un carisma minúsculo y su limitado rango histriónico, cuando se lo propone la actriz saca provecho de elementos de su personalidad como el cinismo y su legendario mal carácter. Sin embargo ni un maquillaje que la embellece como nunca ni la sublime participación de Kathy Bates consiguen elevar a Un sueño posible por sobre el promedio contemporáneo. El Oscar y un corazón de oro no son garantía de nada...