Dinero de sangre.
Las últimas dos adaptaciones cinematográficas de novelas de John le Carré habían elevado mucho la vara y a priori resultaba muy difícil que Un Traidor entre Nosotros (Our Kind of Traitor, 2016) pudiese superar lo hecho o por lo menos empardarlo: lejos del nivel de El Hombre más Buscado (A Most Wanted Man, 2014) de Anton Corbijn y El Topo (Tinker Tailor Soldier Spy, 2011) de Tomas Alfredson, la película en cuestión se ubica en un terreno intermedio entre la interesante El Jardinero Fiel (The Constant Gardener, 2005) y las más desparejas El Sastre de Panamá (The Tailor of Panama, 2001) y La Casa Rusia (The Russia House, 1990). Aún así, por suerte hablamos de una traslación digna que respeta la estructura del libro y vuelve a poner en el tapete la principal marca registrada del autor británico, léase la ambigüedad moral y política de los llamados “servicios de inteligencia”.
A diferencia de los thrillers de espionaje tradicionales, con su patética bipolaridad “buenos/ malos” y todas esas secuencias de acción cronometradas, los opus de le Carré trabajan la dimensión psicológica de los conflictos internacionales, ponen el acento en burócratas grises que actúan como lobbistas, y finalmente se hacen un verdadero festín a partir de la corrupción y el latrocinio que caracterizan al entramado capitalista y sus “multinacionales espejo”. En esta ocasión el eje es Peregrine Makepiece (Ewan McGregor), un profesor universitario que termina desempeñándose como intermediario entre el MI6 y la mafia rusa cuando Dima (Stellan Skarsgård), un oligarca que amasó su fortuna gracias a la disolución de la URSS, le solicita que negocie ante los británicos protección para él y su familia a cambio de información sobre los funcionarios y empresarios ingleses vinculados a la mafia.
El guión de Hossein Amini maneja con perspicacia ese viejo motivo del género centrado en un hombre común que es arrastrado por el azar hacia un submundo de secretos y asesinatos, ahora con el agregado de que las palabras son tan fulminantes como las balas… y a veces incluso más (otro de los rasgos de estilo de la obra de le Carré). Como era de esperar, las actuaciones de McGregor y Skarsgård son precisas como así también la de Damian Lewis, el encargado de dar vida al tercer vértice del triángulo, Héctor, el traficante estatal de influencias de turno, quien hoy se despega de los mandos altos y toma como cruzada personal la investigación y/ o posibilidad de conseguir los nombres y números de cuenta de los involucrados. Aquí nuevamente no tenemos a un villano específico porque el esquema ético general es complejo y el agente de destrucción es el entretejido político y económico.
A pesar de que la película está bien llevada por una correcta Susanna White, por momentos se nota que la realizadora está fuera de su zona de confort y que además no cuenta con el talento de Corbijn o Alfredson. Al igual que otros subgéneros, el espionaje necesita de una tensión más o menos constante y es allí donde falla Un Traidor entre Nosotros, ya que el desarrollo se divide -casi en partes idénticas- entre escenas prodigiosas que analizan determinados aspectos de los personajes y algunas secuencias que desaprovechan lo que podría haber sido un “tire y afloje” a nivel de la progresión dramática. Sin duda los dos factores que terminan redimiendo a la propuesta son la espada de Damocles que cuelga sobre la cabeza de Dima (el film comienza con el trágico destino de un colega y su clan, lo que a su vez despierta sus temores) y todo el derrotero de los protagonistas con el objetivo de exponer ese “dinero de sangre” que los oligarcas y sus socios desean mover hacia el enclave londinense (las escenas en París y Berna cumplen y dignifican a la película). Como en las otras adaptaciones de le Carré, las mentiras, la corrupción y la impunidad son las enfermedades de sociedades que poseen muchos elementos en común y pocas diferencias…