Llegó a los cines el pasado jueves la última película dirigida por Marc Forster, segunda adaptación de “A Man Called Ove”, de Fredrik Backman, una historia sobre un hombre con un corazón demasiado grande que se comporta de forma muy antipática con todo el mundo pero que esconde detrás de su actitud una bondad y generosidad únicas.
En los cines del país la película se titula “Mi vecino gruñón”, sí, nada ingenioso y demasiado tonto el nombre con el que llegó a salas. Tom Hanks es el encargado de personificar al protagonista en cuestión, Otto Anderson, un ingeniero que acaba de jubilarse y que por razones que la película se encarga de detallar y sobreexplicar intenta sin suerte sacarse la vida en varias ocasiones.
La trama gira en dos líneas temporales, la actual, donde Hanks es Otto y sus circunstancias y el pasado, donde se relatan los diferentes acontecimientos que marcaron la vida del protagonista y que de alguna manera lo llevaron a ser quien es hoy. El punto débil de la película de Forster es no poder salir de los lugares comunes, los golpes bajos y la explicación detallada de todas las causas y efectos de la trama. Sin embargo, debe valorarse que “Un vecino gruñón” logra transmitir escenas de humor muy bien construidas y ciertos pasajes dramáticos recreados con eficacia desde lo actoral. No solo Tom Hanks se luce en este rol que le queda muy a mano, es toda una revelación el trabajo de la actriz mexicana Mariana Treviño (“Club de cuervos”, “100 días para enamorarse”) quien protagoniza escenas conmovedoras y otras muy graciosas. Por otro lado, Truman Hanks (hijo de Tom), en su debut como actor personifica a un joven Otto con la inocencia e introversión que el personaje requiere.
Con un mensaje entrañable y momentos muy disfrutables, “Un vecino gruñón” logra transmitir aquello que se propone desde su argumento, con algunos vicios y reiteraciones sí, pero con un nivel artístico que compensa las falencias mencionadas.
Opinión: Buena