A la cocina, en busca de redención
No hace falta que la película lo recuerde a cada rato: alguna vez Adam Jones formó parte del círculo privilegiadísimo de los chefs estrella en París, hasta que él mismo se encargó de sacarse de encima tanta gloria empujado por un ego inconmensurable, por un carácter endiablado que se manifestaba a razón de un estallido de furia cada cinco minutos y, claro, también por el consumo de alcohol, drogas y otros entretenimientos similares. Ahora, después de un curioso tratamiento a que él mismo se sometió y que se ilustra en el comienzo del film, dice que está listo para volver a la cocina y preparado para hacerse acreedor, esta vez sí, a la tercera estrella Michelin, es decir el Oscar de los cocineros, y ya se sabe que los jueces en este caso son mucho más exigentes y rigurosos que los miembros de la Academia.
Claro que basta verlo desempeñarse un rato en ese hervidero de nervios, vértigo y gritos al que llaman cocina y que el director John Wells describe como si se hiciera necesaria la velocidad de un thriller, es fácil sospechar que Jones puede haberse liberado de algunas adicciones y haberse calmado a fuerza de pelar ostras, pero en el fondo sigue siendo dominado por el ego y el temperamento, y que no habrá que esperar mucho para que un nuevo estallido termine con toda la vajilla hecha trizas, aunque las razones que lo conduzcan a esa ira nunca queden del todo claras.
No es el único enigma que deja Una buena receta. Si se indaga un poco más se llegará a la conclusión de que no queda muy claro tampoco cuál fue el tema que el film se propuso desarrollar, aunque claro, el que vale presumir es el de la búsqueda de la redención, que ya casi se ha convertido en un género en sí mismo.
Lo que sí está claro es que ni el guionista ni el director se preocuparon mucho por evitar lugares comunes y estereotipos, lo que hace más difícil todavía descifrar el porqué de tamaño elenco, que por supuesto basta echarle un vistazo, además de Cooper están Siena Miller, Daniel Bruhl, Uma Thurman, Emma Thompson, Omar Sy, Riccardo Scamarcio estaba preparado para asumir compromisos bastante más exigentes.
En todo caso, lo que más llama la atención en un film de este carácter es que en los 100 minutos de proyección no asome ningún plato que resulte tentador para el espectador.