La mueca elegante.
A pesar de la fanfarria que despertó en el mercado internacional y su exitoso recorrido por el circuito de festivales, a decir verdad Una Chica Regresa a Casa Sola de Noche (A Girl Walks Home Alone at Night, 2014) es un opus sencillo que no profundiza en ninguno de los tópicos que procura analizar y que no pasa de ser una bienvenida curiosidad dentro de una cartelera que tiende hacia el conservadurismo, en lo que respecta tanto al cine de terror como a las obras transgenéricas y con “pretensiones artísticas”. La película, al igual que su directora Ana Lily Amirpour (una británica de ascendencia iraní que residió casi toda su vida en Estados Unidos), garantiza su combustión vía una cóctel sutil -si consideramos su dimensión estética- aunque con poca sustancia y sobrecargada de derivaciones estilísticas: hablada en persa y rodada en California, la propuesta combina el western de marginados, un sustrato de vampirismo y hasta la sobriedad característica de los films de Jim Jarmusch.
Una prodigiosa fotografía en blanco y negro, a cargo de Lyle Vincent, es el marco principal de este pantallazo por el feminismo y esos romances lacónicos constituidos a partir de la tragedia. La historia gira alrededor de Arash (Arash Marandi) y la señorita del título (Sheila Vand): el primero trabaja de jardinero para unos burgueses y está atado a las deudas de su padre Hossein (Marshall Manesh), un adicto a la heroína, y la segunda es una figura espectral de la que sabemos poco y nada. El dealer de Hossein, Saeed (Dominic Rains), se aparece en el hogar familiar en “modalidad recaudador” y decide llevarse el auto de Arash, su bien más preciado. Mientras tanto, descubrimos que la pobre Atti (Mozhan Marnò), una prostituta que trabaja para Saeed, es maltratada por el susodicho y se siente miserable, lo que eventualmente genera que la chica misteriosa se acerque a Saeed y deje ver unos bellos y afilados colmillos que ayudan a amputarle un dedo y a desgarrar su cuello hasta matarlo.
Precisamente a posteriori del evento se produce el primer encuentro entre la futura pareja de enamorados, cuando la joven sale del domicilio del finado y Arash entra con la intención de recuperar su coche, hallando de improviso un maletín con droga, dinero y un revólver. Si bien la ópera prima de Amirpour es maravillosa a nivel visual y casi siempre logra empapar al espectador con una atmósfera de extrañamiento, por momentos se percibe algo soporífera debido a la decisión de la realizadora de no complementar el esplendor de las imágenes con diálogos un poco más elaborados y/ o fluidos (varios personajes pedían a gritos un mayor desarrollo). Al abuso del recurso preciosista se suma la sobreabundancia de los “mini videoclips” a lo largo del relato, los cuales entorpecen la narración: pensemos para el caso en las secuencias musicales/ noventosas en cámara lenta en la discoteca, en la casa de ella y en la morada de Atti, todos instantes demasiado extensos y no muy originales que digamos.
Ahora bien, resulta indudable que la gran revelación de Una Chica Regresa a Casa Sola de Noche es la hermosa Vand, una actriz que le saca partido a cada segundo suyo en pantalla, incluso sin la presencia de una contraparte maléfica con todas las letras (o por lo menos de una que sustituya a Saeed, ese villano que muere de manera un tanto abrupta y sin dejar reemplazo). Por supuesto que el pueblito desolado de fondo y el mismo accionar de esta vengadora nocturna funcionan como una metáfora de dos cabezas en torno a la misoginia de la sociedad iraní y la necesidad de una apertura hacia el territorio de Venus, aquí por cierto llevando la batuta de los asesinatos mientras el personaje de Arash recibe muchos de los atributos “típicamente” femeninos, en esencia una pasividad alejada de la violencia y orientada a sacar el mejor provecho de los recursos disponibles. En suma, la obra ofrece una experiencia poderosa pero algo vacua, a mitad de camino entre la pose artística festivalera y el verdadero vendaval que prometía el inicio, cuando la elegancia todavía no había sido fagocitada por una mueca anacrónica vinculada a una banda sonora facilista y muy poco inspirada que incluye rock, electrónica y detalles musicales de Medio Oriente…