Se trata de un film español de animación, destinado -como puede inferirse- a su explotación internacional. Seguramente con el propósito de repetir el éxito de Tadeo, el explorador perdido, el film del mismo director, Enrique Gato, estrenado en 2013 entre nosotros y visto por más de 3.000.000 de espectadores en su país (y otro tanto, según se dice, fuera de él). Así las cosas, en Una familia espacial -como en su película antecesora- nada deja traslucir su origen hispano, ni en el cuento que relata, ni en los personajes, ni en los escenarios, ni en toda su concepción formal. No tiene, pues, por qué sorprender que el chico protagonista se llame Mike Goldwyng, ame el surf, circule por ambientes presumiblemente estadounidenses y sea hijo y nieto de astronautas. El film está más atento a remedar las fórmulas tradicionales de aquel origen que en encontrar un lenguaje propio. Y mezcla un juego infantil -atrapar la bandera con una historia de improvisados miniastronautas.
Se comprende, pues, que cuando las circunstancias lo aconsejan el pequeño Mike se enrede, junto con sus tres amigos próximos una futura periodista, un gordito bastante torpe y un lagarto mascota-, en una especie de novedosa carrera espacial, en este caso no entre países, sino entre nuestros héroes y un lunático millonario, pretencioso y maligno, que quiere conquistar la Luna para apoderarse del helio que le daría el dominio del mundo entero, entre otras cosas.
La historia no brilla por su ingenio ni por su originalidad; apenas mantiene cierto dinamismo, con módicas dosis de humor y un ritmo vivaz. Tal vez puedan percibirse en esta nueva aventura algunos progresos de Gato en el terreno de la animación, más fluida. Los más chicos podrán encontrar en el relato un aceptable pasatiempo.