La corrosión del relato familiar.
Durante las últimas décadas se ha dado un proceso paulatino de derivación etaria de público para con los grandes tanques hollywoodenses, en lo que podríamos denominar una jugada marketinera orientada a trasladar el foco de las realizaciones del sector infantil hacia el adolescente, el cual no sólo tiene una mayor disponibilidad monetaria sino que también suele arrastrar a todo su entorno cercano a las salas cinematográficas y sus negocios paralelos. Resulta innegable que si bien la estrategia fue exitosa en lo que respecta a abrir un paraguas que abarcó a las mujeres y a los adultos jóvenes, está claro que a la fecha este tipo de productos bordea la saturación general (pensemos en las películas de superhéroes).
Una de las consecuencias directas más lamentables de la reconversión mainstream con vistas al mercado adolescente fue el declive práctico de las obras familiares de antaño, específicamente las propuestas ATP “no animadas” (en este caso los engranajes intra género son tan férreos que nos obligan a una definición negativa). En esencia hablamos de opus que necesitan sí o sí de cineastas atentos a los arquetipos básicos de los distintos roles que encontramos en un hogar, ya sea tradicional o bajo los efectos del aggiornamiento estándar, a lo que se suma la presencia de una figura lo suficientemente carismática para aglutinar voluntades dispersas y conducir al convite en cuestión hacia un puerto seguro.
El cierre de la trilogía que comenzó con Una Noche en el Museo (Night at the Museum, 2006) es tan escueto en trama y desarrollo de personajes como lo fue el capítulo anterior, Una Noche en el Museo 2 (Night at the Museum: Battle of the Smithsonian, 2009). Desaparecida la sorpresa de la primera, que por cierto sigue imbatible como la mejor de la franquicia, y ya con la mustia confirmación de que el realizador Shawn Levy redondea una película buena cada cinco malas y/ o mediocres, el único factor que queda en pie es el elenco clásico, con un siempre eficaz Ben Stiller a la cabeza y participaciones sencillas aunque muy simpáticas de Robin Williams, Owen Wilson, Steve Coogan y Ricky Gervais.
Sin dudas Una Noche en el Museo 3 (Night at the Museum: Secret of the Tomb, 2014) es una anomalía retro que se remonta a los esquemas narrativos de las décadas de los 80 y 90, con un padre atareado por la inestabilidad y las exigencias de la sociedad consumista. Aquí nuevamente la solución mágica corre de la mano de una tablilla dorada que da vida a todos los amigos de cera de Stiller, los cuales hoy parten hacia Londres para descubrir el origen de una misteriosa corrosión sobre el objeto que enloquece a las exhibiciones. En realidad la obra sólo sirve para explicar el devenir fantástico detrás de la saga, introducir a Laa, un hilarante cavernícola (otra vez Stiller), y ofrecer un desenlace lacrimógeno y bien sobrio...