Velada de redención Hay en la película de Germán Tejeira una atmósfera de plácida melancolía, un tiempo tranquilo y manso que dispone al espectador a acompañar a los tres protagonistas en su presente de soledad en la noche de Año Nuevo. Todo transcurre durante esa velada en la que supuestamente mandan la fiesta y la alegría, y los buenos propósitos y la posibilidad de corregir el rumbo de la propia vida brillan en el horizonte como una luz a seguir. Pero en Una noche sin luna abundan los apagones y ninguno de los personajes parece entregarse del todo a la celebración. Se mantienen en su vida sencilla, ajenos a los fuegos artificiales de los que cultivan la fiesta. En esta comedia amarga, situada en torno a un pueblo uruguayo que se llama Malabrigo pero que podría latir en la geografía profunda de cualquier país, el tiempo pasa y se lleva las oportunidades pero es una noche especial y habrá pequeños gestos amorosos para redimirse. El taxista César (Marcel Keoroglián), un gigante amable y bonachón, saldrá de la ciudad como un novio enamorado para pasar la Nochevieja junto su pequeña hijita y compartirá un asado en el nuevo hogar de su exmujer. También está Tony, un mago de varieté (Roberto Suárez), que deja la pensión para animar la fiesta del pueblo hasta que el auto destartalado en el que andan él y su conejo blanco los obliga a cambiar de planes, en plena ruta. La tercera historia pone al músico Daniel Melingo en los zapatos de un cantor que está purgando algún error y que en la primera salida transitoria del penal regalará una postal maravillosa cuando suba al escenario. Acompañarlo en esa aventura de libertad bien vale sentarse en la butaca del cine. Una noche sin luna camina por la senda de aquellas historias mínimas de Carlos Sorín, con guiños de humor perdedor que recuerdan a Felicidades, de Lucho Bender. Las historias se conectan en la humanidad de estos personajes masculinos y el mérito está en la mirada cariñosa con que Tejeira trata a sus criaturas, que pierden, que empatan, que se reconocen en su mala fortuna pero que nunca se enojan. "Lo que pasa es que últimamente tengo mala suerte", le confiesa el mago a Laura, la chica del peaje que encarna con luz propia la cordobesa Elisa Gagliano para completar este póquer de corazones solitarios. Una noche sin luna Comedia dramática Calificación: Buena Drama. (Uruguay, Argentina, 2014). Guion y dirección: Germán Tejeira. Con Daniel Melingo, Marcel Keoroglián, Roberto Suárez y Elisa Gagliano. Duración: 78 minutos. En el cine Gran Rex a las 22.05 y en el Dinosaurio Ruta 20 a las 18.20.
La melancolía Película uruguaya hecha en co-producción argentina, Una noche sin luna (2014) de Germán Tejeira se segmenta en tres “historias mínimas” contadas en sucesión pero que ocurren todas en la misma noche de Fin de Año, en un “medio de la nada” uruguayo llamado Malabrigo que sirve de escenario para los protagonistas, que se encuentran cada uno en su propio “medio de la nada” existencial. El primero es César (Marcel Keoroglián), un afable padre divorciado que se dirige a la casa de su ex mujer y su nueva pareja con un regalo para su hija Lucía, cuya relación se ha distendido. Luego está Antonio (Roberto Suárez), un mago de poca monta que se dirige a animar una fiesta pero pincha una goma y se extravía en un solitario peaje atendido por Laura (Elisa Gagliano). El último es Molgota (Daniel Melingo), un cantautor con permiso para salir de prisión la noche de fin de año para animar la misma fiesta. La clave es la soledad. Cada personaje se encuentra demasiado ensimismado y tiene problemas para relacionarse con los demás. César intenta reanimar su relación con su hija, pero no sabe muy bien cómo, excepto a través de regalos desesperados. Antonio, experto en distraer y manipular con trucos, es incapaz de ser honesto con Laura, a pesar de amigarse con ella en el transcurso de la noche. Molgota es el más parco de los tres, y su drama se resume en la imposibilidad de conectar con su público, que ignora su sentida performance. Los tres personajes se ven conectados por un súbito apagón (en la epónima noche sin luna) que pone en juego el curso de sus historias, y no nos enteramos de la resolución de cada una hasta el final. De las tres historias, la más interesante resulta la del medio, un “boy meets girl” atípico con una conclusión emocionalmente desgarradora. Las otras dos son más obvias y no guardan grandes sorpresas, aunque la primera cuenta con la presencia entrañable de César y de su hija. Una noche sin luna es una atractiva película – acaso predecible – que cultiva sin mucho apuro una atmósfera melancólica, y estudia a sus personajes con minuciosidad. Da la sensación de comprenderlos y quererlos. Eso no ocurre muy seguido.
Historias que confluyen en un pueblo El director esquiva tanto el desdén y la crueldad hacia sus personajes como la gratuidad del golpe de efecto dramático: así consigue un amable entramado coral, con líneas mejor resueltas que otras pero con un pulso firme para el costumbrismo. Amabilidad es la palabra que mejor le cabe a Una noche sin luna, coproducción uruguayo-argentina (cordobesa, para más datos) que viene de presentarse en el Festival de San Sebastián. Poco importa que sus tres protagonistas, hombres de mediana edad solitarios y tristes, transiten un fin de año de alegrías pasajeras, leves descansos de una existencia que se adivina mediana y gris, aunque esperanzada. Y melancolía, porque en cada una de las tres historias –relacionadas entre sí por tono y geografía– pueden reconocerse pasados menos opacos, como si la pérdida de algo o de alguien hubiera marcado su devenir de manera definitiva. La ópera prima de Germán Tejeira es transparente desde donde se la mire, y su estructura de tres actos por tres podría describirse sucintamente de la siguiente manera: presentación del trío de historias, desarrollo individual de cada una de ellas, clímax y desenlace mediante los mecanismos del montaje paralelo. Tanto una como las otras tienen como punto de destino el pueblito de Malabrigo, construido ingeniosamente en locaciones tanto uruguayas como cordobesas.Antonio (Roberto Suárez), mago profesional, soltero y según su propia descripción sin apuros, deja su habitación en un hotel familiar y sale a la ruta junto a su conejo, aunque un incidente lo dejará varado en una cabina de peaje en medio de la nada, junto a la joven encargada del lugar. César (Marcel Keoroglian), separado y algo preocupado por cuestiones de peso, se sube a su taxi y recorre varios cientos de kilómetros para visitar a su pequeña hija. Molgota, un músico que pasa una temporada en la sombra (el legendario Daniel Melingo, quien lógicamente aportó parte de la banda sonora del film) tiene permiso para salir de la cárcel durante veinticuatro horas, gracias al pedido expreso del dueño de un club de barrio. Y así, como en una fábula sin moraleja, todos viajan hacia Malabrigo en esa noche de Año Nuevo, velada que no cambiará sus vidas ni posibilitará algo parecido a la redención –bien a tono con esa benevolencia, melancolía e intensidad moderada que son las marcas más evidentes del film–, aunque, a su manera, para cada uno de ellos se trate de algo más que una noche ordinaria.Tejeira, quien había oficiado como uno de los productores del largometraje de animación Anina, conjura estas historias mínimas con el pulso firme del costumbrismo, un sabor agridulce que no abandona casi en ningún momento y la seguridad de trabajar en un terreno donde la previsibilidad no termina de romper con el hechizo amable. Y si bien es cierto que poco hay de novedoso en Una noche sin luna –con su estructura coral que ya conforma un género en sí mismo y esos apagones de luz que funcionan como motores para algunas acciones y reacciones, al tiempo que se revisten de carga simbólica–, también lo es que el realizador esquiva tanto el desdén y la crueldad hacia sus personajes como las gratuidades del dolor intenso y el golpe de efecto dramático. La mejor de las tres historias es la del mago y la chica del peaje, mucho más acertada en el manejo de los espacios acotados donde transcurren los hechos, alejada del tono publicitario que adoptan por momentos las restantes, más misteriosa. Más humana, en definitiva. 6-UNA NOCHE SIN LUNA Uruguay/Argentina, 2014Dirección y guión: Germán Tejeira.Fotografía: Magela Crosignani.Montaje: Germán Tejeira y Julián Goyoaga.Música: Daniel Melingo.Duración: 80 minutos.Intérpretes: Daniel Melingo, Elisa Gagliano, Marcel Keoroglian, Roberto Suárez, Adrián Biniez, Horacio Camandule.
Algún lugar en el mundo Esta ópera prima del joven director y guionista uruguayo Germán Tejeira remite a esas historias mínimas del cine de Carlos Sorín y podría definirse también como unos relatos (poco) salvajes, bastante más austeros y menos explosivos que los de Damián Szifron. También dividida en episodios (tres en este caso) y ambientada durante la noche de Año Nuevo en un pueblo rural llamado Malabrigo, Una noche sin luna tiene como protagonistas a César (Marcel Keoroglián), un taxista divorciado que llega para cenar con la nueva familia de su ex mujer y reencontrarse con su pequeña hija; Antonio (Roberto Suárez), un mago que viaja para hacer su acto en la fiesta del lugar pero queda varado hasta que conoce a Laura, empleada de una estación de peaje; y Miguel (el argentino Daniel Melingo), un músico que recibe un permiso para salir de la cárcel y actuar en la patética cena show. La melancolía uruguaya y la melancolía de las fiestas (que recuerda a Felicidades, de Lucho Bender) conforman un universo algo triste (en medio de múltiples infortunios amplificados por constantes cortes de luz) para estos tres seres solitarios, que parecen no tener un lugar en el mundo. De todas maneras, Tejeira evita caer en el miserabilismo, no juzga ni tortura a sus atribuladas criaturas, y maneja siempre un medio tono amable y eficaz. Una película pequeña, entrañable y atractiva.
Solos en la noche Una queja: esta es la segunda película uruguaya que veo en el año donde la gente toma muy poco mate. Alguna vez estuve en Colonia y pude constatar que los buenos ciudadanos de la Banda Oriental son psicópatas de dicho brebaje. ¡Basta de películas que ocultan la verdad! Si quisiéramos hacer una comparación perezosa y superficial podríamos decir que Una noche sin luna es Año nuevo en clave latinoamericana, pero realmente lo único que tiene en común es que ambas cuentan una serie de historias que tienen que ver y transcurren durante la noche de el último día del año. Es fácil deducir que es el momento en el año donde más expuestos quedan los solitarios, y eso es lo que aprovecha el director Germán Tejeira para desplegar ante nosotros las soledades. Un mago de segunda cuyo bigote es al prototipo del de un montonero, un taxista que es padre separado, y un cantor (Daniel Melingo) en libertad condicional, cuyos días de gloria claramente han terminado; lo tres tienen algún compromiso al que asistir en la noche de Año Nuevo en el pueblo de Malabrigo; los tres intentarán transformar de alguna manera su casi inevitable soledad. Además se ser técnicamente irreprochable, la película de Tejeira tiene la habilidad de saber captar bien los momentos que quiere contar. No se detiene excesivamente en mostrar los rituales cotidianos que nos ayudan a establecer la empatía con los personajes, salvo en el caso de Melingo, por el cual tiene claramente una gran admiración. Y en los escasos minutos que dura su película logra las escenas clave para desarrollar cada uno de los relatos eficientemente. También hay que decir que las historias son desparejas: la del taxista es un tanto cursi y genérica, y hasta los diálogos son artificiales. Las otras dos están mejor construidas, se atreven más al humor, están mejor actuadas y por decirlo de alguna forma, mejor habladas. El final de Una noche sin luna se encolumna detrás de la historia del cantor Miguel Angel, personaje que tiene un halo de gloria anticuada y porte de viejo bohemio que Melingo le imprime a puro gesto sutil y a la vez claramente impostado. Es como si la poesía le pesara, y de algún modo el tango es poesía pesada de un metal herrumbrado difícil de mover de a uno. Esa es la extraña magia de Melingo en una historia pequeña de una película irregular pero que vale un poco la pena.
Infelicidades Allá por el 2000 el ya fallecido director argentino Lucho Bender desarrollaba una estructura coral que interconectaba durante un fin de año a sus criaturas melancólicas y taciturnas en el film Felicidades. Mezcla de costumbrismo con ciertas dosis de existencialismo a la carta, las anécdotas trascendían en la pantalla bajo un estilo muy particular donde explotaban algunos actores como Carlos Belloso o Marcelo Mazzarello en roles ajustados a sus enormes cualidades actorales. Por eso, es prácticamente ineludible esquivar el bulto de la comparación entre aquella película y Una noche sin luna, debut cinematográfico de Germán Tejeira, que también aplica la fórmula coral para intercalar en un solo espacio y tiempo tres historias que podrían formar parte de tres cortometrajes autónomos. Las tres tienen por protagonistas a personajes en busca de redención, pero que son alcanzados por la fugacidad de las pequeñas vicisitudes de la vida y de alguna manera esa idea de redención se patea hacia adelante. En el adentro, en el centro de los conflictos, todo se resuelve en unas pocas horas cuando el año se despide para dar la bienvenida a uno nuevo, en la localidad de Malabrigo. Tal vez como espacio metafórico por su desolada geografía y escasa cantidad de habitantes funciona como escenario ideal para la melancolía o la soledad que se escapa por la noche en un abrupto corte de luz que afecta a todos los personajes en la misma proporción. La transición entre la poca luminosidad, el silencio y la tristeza operan de una manera eficaz para encontrar el tono adecuado en el relato, sin otro propósito que avanzar por los carriles del costumbrismo. Así las cosas, en este abanico ocre de historias confluyen la de un mago al que contratan para animar la fiesta en el club pero que se queda varado al pinchar una goma y debe pasar las horas en una cabina de peaje a la espera del auxilio, en compañía de una solitaria empleada, reservada en cuanto a sus intenciones de interactuar con extraños; a esa desventura se suma la que protagoniza el cantante y autor Daniel Melingo -también responsable de algunas melodías de la banda de sonido- quien goza del beneficio de la libertad por 24 horas para presentarse en un show con motivo del cierre del año y finalmente queda por conocer el relato que gira en torno al reencuentro de un padre divorciado con su pequeña hija, a quien va a visitar para entregarle un regalo y así recuperar el lugar antes de ser totalmente desplazado por la nueva pareja de su ex esposa. Tres pequeños universos en donde los problemas de la comunicación parecen ser la clave o el nexo conceptual aunque independientes desde sus intenciones dramáticas y sus resultados, donde se marcan desniveles narrativos importantes, trazan las coordenadas del mapa desierto de Una noche sin luna. Entre la más sólida de las historias que es sin lugar a dudas la del mago por encima de las otras dos que son bastante convencionales según el punto de vista con que se las observa. Por tratarse de una ópera prima, Una noche sin luna cumple con las expectativas pese a sus desequilibrios a nivel narrativo.
Se presentó recientemente en el Festival de San Sebastián y obtuvo el Premio “Golden Eye” en el Festival Internacional de Zúrich a mejor película. Esta es la ópera prima de Germán Tejeira y se divide en tres episodios donde muestra a tres personajes melancólicos que tienen la posibilidad de cambiar su destino y sus historias se van entrelazando. Se van creando interesantes climas, a través de la iluminación, la música y los colores, habla sobre el amor, la soledad, de las segundas oportunidades y el paso del tiempo. Ideal para esta época porque se desarrolla casualmente durante la noche de año nuevo. En algún punto recordé esas historias de Carlos Sorín.
It’s New Year’s Eve in Uruguay. Three men, alone and somewhat laconic, embark separately on a journey to a small town in the countryside. César (Marcelo Keoroglian) is divorced and is going to visit his ex-wife’s new family. But what he really wants is to share some quality time — however short — with his kid daughter. For he misses her a lot. Then there’s Antonio (Roberto Suárez), a magician, but not the high-class kind you’d expect to find. Instead, he’s a modest artist who does have his own show, but he performs alongside other unknown artists in minor venues. His car happened to break down on the road, so until the tow truck comes he has to wait by the poll booth, where he meets Laura (Elisa Gagliano), the young and apparently aloof woman who works there. And finally there’s Miguel (Daniel Melingo), a guitar player and singer who’s rehearsing his comeback act to take place at the same venue where Antonio has to perform. He’s the most taciturn of the three and seems to hide some grief behind his poker face. Perhaps it’s only that he doesn’t feel that confident about returning to the stage. This remains to be seen. One more thing: there’s an unforeseen power outage an hour or so before midnight. So it’s also a moonless night for these three lonesome souls. Which is not necessarily a bad thing. Even a small world can be surprising. But that too remains to be seen. Una noche sin luna, written and directed by Uruguayan filmmaker Germán Tejeira is the type of rare film that smoothly manages to achieve several things at once: it’s genuinely moving and a bit poignant without being corny or cheaply sentimental, it’s most simple in the best possible manner (a very hard thing to get right) and never falls into facile simplicity (often the case in films with minimalist stories), it’s respectful of its characters and yet sometimes it tenderly laughs at them, and it fully conveys the alluring melancholy and deadpan sense of humour typical of so many Uruguayans. But above all, it looks and sounds authentic from beginning to end , because Tejeira nearly masters this type of seemingly uneventful narrative. Let alone his use of the absurd to build up circumstances and happenings that might look odd at first sight, and yet up and close they end up being everyday stuff, albeit inconspicuous. Tejeira also has a firm hand coaching actors, who blend at ease into the overall meditative tone. And while there are parts that belong to the comedy genre and others to real life drama, Una noche sin luna is not at all your average dramatic comedy. Because it doesn’t want to be so. Because it finds a path of its own as it’s more concerned with following each individual story in its own logic regardless of genre conventions. Not that it’s a groundbreaking auteur film, for it is not. Once again: because it doesn’t want to be one. Instead, imagine you get to spend some time, a slice of life if you will, with each of these characters that have no other real wishes than to connect with one specific Other, even if this Other is oneself, as is the case with Miguel (by the way, Melingo is also a musician in real life), gives a touching performance toward the end). Every now and then, life gives you a second chance or perhaps a much welcome break from your tiring routine. What Una noche sin luna does almost perfectly is capturing the beauty of these unanticipated moments that may leave way too son, and yet always leave indelible memories. PRODUCTION NOTES Una noche sin luna (Argentina/Uruguay, 2014) Written and directed by Germán Tejeira.With Marcel Keoroglián, Daniel Melingo, Roberto Suárez, Elisa Galiano. Music: Daniel Melingo. Produced by Raindogs / El Calefón Cine. Running time: 80 minutes.
Justo el 31 Estrenada en San Sebastián, ganadora del premio Golden Eye al mejor film internacional en el último Festival de Cine de Zurich, esta coproducción argentino uruguaya (inapropiado decir rioplatense, ya que el aporte local proviene de la ciudad de Córdoba), es otra apuesta a las historias mínimas hechas con menos producción que talento. En la noche de año nuevo, cuatro vidas se cruzan en un pequeño pueblo del Uruguay. César (Marcel Keroglián) abandona su turno de taxista y viaja a pasar la noche junto a la familia de su ex mujer, con el deseo de estar más cerca de su hija; Miguel (Daniel Melingo) es liberado de la cárcel y ensaya con su guitarra el repertorio que habrá de interpretar en el club del pueblo; al mismo club se dirige otro de los contratados, el mago Antonio (Roberto Suárez), pero en el camino su auto queda varado junto al peaje, y así conoce a la empleada del lugar, Laura (Elisa Gagliano). Sin sucumbir al sentimentalismo sino, más bien, a un costumbrismo melancólico heredado de Aki Kaurismaki y la celebrada dupla uruguaya que componían Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, Una noche sin luna es una maravilla de ambientación, en gran parte por la fotografía de Magela Crosignani. El debut actoral de Daniel Melingo (ex Twist, Lions in Love, etc.) es un plus para este film que hace su justo desembarco para las fiestas.