Dos reclusos del amor
Después de su intrépido regreso en la más que aceptable Yes man (2008), los fanas de Jim Carrey nos quedamos con ganas de más. Lamentablemente, o por lo menos desde mí visión, el traspié de A Christmas Carol (2009) no se pudo evitar, a pesar de que era una interesante propuesta visual para niños. Finalmente, y después de tanto amague de sus participaciones en films cómicos, Carrey aparece en el debut en la dirección de los hasta ahora reprochables guionistas Glenn Ficarra y John Requa, acompañado por un reparto de gente conocida dispuesta a marcar un nuevo episodio en la filmografía hilarante (que no significa que dé gracia, sino que hace reír, que no es lo mismo) del hombre de las mil caras.
Sin embargo, el film que nos compete -el atrevido I love you Phillip Morris (2009)- no despega hasta que Ewan McGregor irrumpe en escena, brindándonos una de sus más efectivas incursiones interpretativas en lo que al histrionismo en su carrera se refiere; y eso que Carrey y Leslie Mann la vienen piloteando bien con la introducción. Pero no, I love you Phillip Morris no funciona sin ese dúo magistral compuesto por el capocómico de los rostros graciosos y el rubiecito de ojos celestes (como él mismo se describe en su aparición en la peli).
Más allá de que a muchos les pueda resultar chocante el tratamiento de las escenas homosexuales (la historia trata la vida de una pareja gay que se conoce en la cárcel, aunque después ahondaremos más), Carrey y McGregor hacen un estupendo trabajo juntos, no sólo generando una química asombrosa, sino haciendo a uno desternillarse de la risa por algunas escenas muy elevadas de tono pero con un fuerte contenido de comedia ácida y negra (si alguien nota el detalle de la escena en el bote, que avise). Y aunque la trama se reviste de tragedia en más de una ocasión, los matices románticos que le aplica la pareja protagonista no tienen desperdicio (como la escena del traslado a otra prisión, con McGregor persiguiendo a su amado y Carrey gritando el título de la cinta desde el omnibus), generando empatía desde la secuencia en la biblioteca hasta esas excelentes discusiones de pareja en los momentos de quiebre del guión.
Esta comedia dramática con tintes de biopic (es una historia real, según se dice) cuenta con un raro pastiche entre la parodia y el romanticismo, que a veces le juega en contra, aunque siempre está McGregor dispuesto a ponerle el pecho a cada escena y salvar al relato de la ambigüedad. El guión, a pesar de ser muy sólido, a ratos se cae, y deja muchos cabos sueltos que al final resultan no ser de mucha ayuda.
Esto, y teniendo en cuenta que la película está practicamente partida en dos partes bien marcadas -por un lado, la historia de amor entre Steve Russell y Phillip Morris (con todas las escenas de la cárcel siendo lo mejor del film, por lejos), y por otro las andanzas de Russell, lo cual seguramente se dio con el fin de lucir las cualidades histriónicas de Carrey-, es lo único desfavorable que se le puede atribuir a esta creíble, transgresora y ácida producción francoamericana.
Y, como decíamos, se da un raro episodio interpretativo, ya que tenemos a la insulsísima Leslie Mann aportando bastante al inicio de la historia, junto con la participación de Rodrigo Santoro siendo, además de necesaria, efectiva para ciertos momentos en que el guión necesita encontrar un claro donde descansar (por ejemplo, en los sucesivos intentos de suicidio del protagonista). También hay ciertos momentos en que la dirección cobra fuerza y el relato se nutre de seriedad y credibilidad, motivo por el cual la tragicomedia se vuelve digerible incluso para aquellos pudorosos que no encontrarán la gracia ni en las fuertes escenas de sexo ni en los chistes racistas o religiosos de los tramos más brillantes del film.
Por último, cabe resaltar la importancia que se le da a los cimientos psicológicos que fundamentan todo lo sucedido, incluso cuando la voz en off de Jim Carrey ya no aguanta más el peso de tanto giro argumentativo. Además de sólido, entonces, el guión resulta pertinente, algo que ya no sucede en las comedias que nos llegan desde Hollywood (aunque ésta lo es sólo en parte).
I love you Phillip Morris invita a sacarse los tabúes, para disfrutar de 102 minutos de comedia negra de la buena, con actuaciones excelentes, gags efectivos y una historia de amor encerrada en una nube (con forma de pene) de credibilidad, solvencia y, principalmente, divertimento "a la Carrey".