Sarah pedalea sin parar, su bicicleta parece viajar a toda velocidad sobre las calles londinenses. Se dirige al encuentro de su gran amiga y socia Isabella, quien la espera en la puerta de un local deshabitado. A la vez, mediante un montaje alterno hacen su introducción en escena, su hija Clarissa, desde un estudio de danza y su madre Mimi desde su ostentosa casa. Sus rostros reflejan felicidad y un cierto grado de ansiedad. Falta poco para que Sarah cumpla su sueño de abrir una pastelería en Notting Hill, anhelo para el que se preparo convirtiéndose en chef, demostrando ser muy talentosa.
La trampa del título, que remite a la mejor comedia romántica de todos los tiempos, esconde una pequeña y deliciosa propuesta en la que tres generaciones de mujeres se verán unidas por la cocina, el multiculturalismo y el amor.
Pasteles para endulzar corazones rotos. Tres mujeres, de diferentes generaciones, deciden reabrir una panadería en homenaje a su dueña, Sarah, quien falleció trágicamente antes de llevar a cabo el sueño de poseer su negocio propio como repostera, profesión para la que se preparó desde muy joven. Ellas son la madre, la hija y la mejor amiga de Sarah, que tratarán a toda costa de seguir con el legado de la malograda pastelera. Mimi (Celia Imrie), la madre, es una mujer madura, excéntrica, ex integrante de un circo que no puede superar la repentina e inesperada muerte de su hija; Clarissa (Shannon Tarbet), la hija, es una joven de 19 años, idealista y decidida; finalmente está Isabella (Shelley Conn), la mejor amiga y socia, una mujer desesperada, casi en la quiebra, propietaria de un amplio local donde instalarán el negocio y que empujará a las otras dos damas para poder llevar adelante la meta en común, la de tener una panadería en el hermoso barrio londinense de Notting Hill. Una pastelería en Notting Hill es la ópera prima de la directora Eliza Schroeder y en ella se aprecia su fuerte mirada empática con las tres mujeres protagonistas, sus anhelos y sentimientos. Tras la muerte de Sarah, todo el panorama se tiñe de dolor e incertidumbre, pero Isabella, su amiga y confidente, decide volver a vivir una nueva oportunidad en compañía de Clarissa y Mimi. En la historia conviven el drama junto con la novela romántica, todo adornado por diferentes situaciones de enredos y futuros intereses románticos que seguramente ya vimos en otras películas del mismo estilo y locación, como aquellas del director inglés Richard Curtis, Realmente amor (2003) o Cuestión de tiempo (2013), donde el amor y la fantasía son los principales recursos expuestos. Una pastelería en Notting Hill se centra en las relaciones femeninas, en su vínculo con los hombres y en su lucha diaria para superarse. Es una película hecha por mujeres, apreciándose un tipo de sentimientos que las rodea que son universales: la amistad, la tristeza, el enamoramiento y la ilusión. Seguramente muchas de las espectadoras se sentirán identificadas con lo que le toca vivir a las tres mujeres protagonistas. Con su sufrimiento, pero también con su alegría. Quizás alguno de los irresistibles pasteles, por lo menos para quien esto redacta y que es amante de lo dulce, que elaboran diariamente en su panadería, ayuden para endulzar corazones rotos.
"Una pastelería en Notting Hill": torta algo empalagosa La película dirigida por Eliza Schroeder no puede evitar dejar en evidencia su necesidad de erigirse en una fábula bienintencionada con moraleja. No: Una pastelería en Notting Hill, de Eliza Schroeder, no tiene ningún tipo de vínculo con la famosa comedia romántica Un lugar llamado Notting Hill (1999), protagonizada por Julia Roberts y Hugh Grant, más allá de que sus acciones tengan lugar en el mismo (y ahora popular) barrio londinense. De hecho, en aquella al menos el nombre del barrio constituía el título original de la misma, mientras que en esta su inclusión solo consta en el utilizado para su estreno local. Es cierto que el aire de bohemia cool del distrito, similar al que -gentrificación mediante- puede advertirse en algunas zonas del Palermo porteño (Palermo 2.0), le aporta atmósfera y colorido a la película. Sin embargo, esa puntillosa geolocalización no representa ningún tipo de aporte dramático a una historia que, modificando algunos detalles estéticos, podría ocurrir en cualquier otra parte. A pesar del carácter espurio de su presencia en el título, la mención a Notting Hill puede ser vista como una alusión de clase muy específica. Un indicador de que los protagonistas de lo que se está por contar no serán obreros ni hablarán el cockney de los suburbios, pero tampoco serán ni ricos ni famosos. Se trata en cambio de personajes de clase media alta, de buen pasar, emprendedores y, sobre todo, de carácter noble a pesar de no pertenecer a la nobleza británica. La película comienza con la muerte de Sarah, una mujer de mediana edad, justo cuando se dirigía a poner en marcha el proyecto de instalar la confitería mencionada junto a su mejor amiga. Ese mismo día, la madre de Sarah, de quien estaba distanciada, le escribe a su hija una carta de reconciliación que ahora carece de sentido. Ambas mujeres, junto a la hija de la muerta, deciden honrar su memoria abriendo el local tal como ella hubiera querido. Comedia dramática de rigor, Una pastelería en Notting Hill es una historia de vínculos dañados a los que el amor consigue devolverles la salud. Pero la cosa no será sin esfuerzo. Como los girasoles, esas flores amarillas cuyo carácter fototrópico les permite moverse en busca de la luz solar, Una pastelería en Notting Hill no se regodea en la oscuridad de sus primeras escenas. Por el contrario, sus acciones se orientan de manera constante en dirección al lado más luminoso de la vida, sin temor a volverse un poco empalagosa, como las delicias que se exhiben en las vidrieras de la confitería en la que transcurre la historia. Por esa senda la película hace equilibrio entre una gracia y una ternura que por momentos se perciben genuinas, y una tendencia por lo manido, pero que nunca llega a volverse exasperante. De tal forma, la película no puede evitar dejar en evidencia su abierta necesidad de erigirse en una fábula bienintencionada con moraleja, opacando un poco la simpatía final que se pueda desarrollar hacia sus personajes.
«Cruzando los dedos para que todo vaya según el plan»… Después de producciones televisivas como «The Gigolo», llega la ópera prima de la alemana Eliza Shroeder. Una feel-good movie, con aires esperanzadores, donde se aborda el amor, el optimismo, y las segundas oportunidades. Además, es una suerte de homenaje que realiza la directora a su madre ya fallecida, el cariño puesto en el proyecto deja al público un título amable y entretenido. «Una pastelería en Notting Hill» («Love Sarah»), es un drama con algo romance y una pizca de comedia, al estilo de esas clásicas cintas como «Como agua para chocolate» y «Una pastelería en Tokio», incluso con pequeños roces a «Chocolat», con un entrañable clima que nos hace recordar a «Notting Hill» y «Love actually». Luego de una tragedia se abre una brecha donde los caminos se vuelven a unir y reunir, lo que nace del infortunio crea un cordón hacia nuevas oportunidades. Decidida a cumplir el sueño de su difunta madre de abrir una pastelería en Notting Hill, la joven Clarissa (Shannon Tarbet) pide ayuda a la mejor amiga de su madre, Isabella (Shelley Conn), y a su excéntrica abuela, Mimi (Celia Imrie). Estas tres generaciones de mujeres necesitarán superar el dolor, las dudas y las diferencias para honrar el recuerdo de su amada Sarah (Candice Brown) mientras se embarcan en un viaje para establecer en Londres una tienda llena de amor, esperanza y coloridos pasteles. Una historia sencilla que deja un mensaje enternecedor sobre uniones y reconexiones, la lucha por aspiraciones y el amor imprevisto. Una exquisita fotografía que nos adentra en un relato agradable en que los sueños, la familia y el amor son protagonistas junto a un delineado correcto de personajes que ensamblan muy bien con la historia, de cómo se vive el duelo tras el fallecimiento de un ser querido. También habla sobre el arrepentimiento, sobre saber mirar alrededor y ver las necesidades de los demás. Celia Imrie está deslumbrante en su papel. El guion tiene todos los elementos necesarios para conformar un cálido drama entretenido con una profunda reflexión, a pesar de que sus personajes por momentos se tornan muy ligeros. Aun así su ritmo ameno nos regala un eficaz y grato film sobre relaciones interpersonales. Es una emotiva historia de superación de tres mujeres que consiguen vencer sus diferencias y aliarse para cumplir un sueño en común. Se hace foco en que los finales son apenas principios de un comienzo infinito, no darse por vencido, aunque las cosas no sucedan como se esperan, y que siempre hay un nuevo amanecer que nos ofrece una nueva oportunidad cada día de ir por aquello que tanto deseamos. Y que todo lo que se hace con amor se repliega más allá de nuestra propia existencia como permanencia, el amor vive en todo lo que hacemos dejando una huella, incluso cambiando la existencia de alguien más… a pesar de los clichés y una evidente falta de ambición narrativa está llena de amor, esperanza y color. En síntesis, «Una pastelería en Notting Hill» es una cinta sobre el dolor, el arrepentimiento, la superación y el amor. Cómo se continua después un hecho trágico e inesperado, la transición de ese duelo junto a una exploración mordaz y triste al mismo tiempo que esperanzadora. Una historia sencilla, fresca y llena de luminosidad. La película profundiza en ellos de forma positiva y alegre convirtiendo el relato en un drama «feel-good» sumamente placentero.
La realizadora alemana Eliza Schroeder, se propuso, con su ópera prima, gestar una comedia autorreferencial abriendo varias líneas argumentales y no siempre con resultados óptimos. Una pastelería en Notting Hill comienza, a contramano de lo que veremos a posteriori, con una tragedia: la muerte de Sarah, una mujer estrella de la pastelería que sufre un accidente y deja atrás a una hija adolescente, una madre con la que tenía una relación áspera y una amiga con la que iba a abrir el local gastronómico en el borough de Kensington y Chelsea. Esto conduce a esas tres mujeres de diferentes generaciones a cumplir ese sueño a pesar de los contratiempos. Ese golpe bajo con el que abre el film se siente un tanto artificioso, un mero artilugio para poder mostrar la creación de la pastelería con situaciones salidas de una comedia de enredos. Por tratarse de una película que pretende girar en torno a la ausencia de Sarah y el homenaje que buscan hacerle con la puesta en marcha de ese negocio que era el sueño de su vida, el guion se toma apenas unos minutos para que la conozcamos, e incluso los propios personajes la olvidan tiempo después. En Una pastelería en Notting Hill también hay un intento de emular los largometrajes feel good de Richard Curtis como Realmente amor, aunque aquí las subtramas no cobran vuelo porque esas figuras que ingresan al local para compartir anécdotas tampoco tienen suficiente peso. Con excepción de una acertada mirada cosmopolita de Schroeder sobre el universo de la gastronomía y de la interpretación de Celia Imrie como la madre de Sarah, el film tiene pasajes forzados (como la historia de una prueba de ADN de previsible resolución) y carece de la emotividad que su realizadora pudo haberle imprimido al basar su obra en tópicos que la tocan de cerca.
Querer no siempre es poder, pero vayan a explicárselo a Clarissa, la protagonista de esta comedia romántica que no tiene absolutamente nada que ver, no tiene conexión alguna con Un lugar llamado Notting Hill, ni con Julia Roberts o Hugh Grant, por más que transcurra en ese barrio londinense con el que han retitulado en castellano el más sobrio Love Sarah. Y Sarah es la madre fallecida de Clarissa (Shannon Tarbet), quien quiere cumplir el sueño que Sarah no pudo cumplir: abrir una pastelería, sí, cómo no, en Notting Hill. Para ello va a tener que sanar viejas heridas con su abuela, Mimi (Celia Imre, de El exótico Hotel Marigold), quien tampoco se llevaba del todo bien con Sarah. Había un préstamo bancario, que con el fallecimiento se complicó, y hace falta dinero, que aportaría Mimi. Y como cada familia es un mundo, y cuando se quiere, a veces, se puede, Clarissa, Mimi e Isabella (Shelley Conn, de Bridgerton), un vieja pero joven amiga que estaba en el emprendimiento original, pondrá manos a la obra y a la masa para abrir Love Sarah. Sencilla, con vuelta de tuerca Así contado el inicio de la película puede parecer sencillo, simple. Y así es la película. Sencilla, simple, con una vuelta de tuerca cuando faltan diez, quince minutos, lo habitual en toda comedia romántica, llámese Sintonía de amor o Un lugar llamado Notting Hill. Es que si Isabella es cocinera, cuando llega Matthew (Rupert Penry-Jones) a dar una mano surgen las dudas de si Matthew, que es rubio y pintón, no es el padre de Clarissa. Claro, hay, hubo y tal vez habrá una atracción entre Matthew e Isabella, así que el merengue está, casi, a punto. La directora Eliza Schroeder, quien debuta en la realización de un largometraje, coescribió la historia, pero no el guion, que tiene alguna que otra incongruencia o cosa inexplicable al comienzo, porque ¿qué lo llevaría a Matthew a abandonar su trabajo en un restaurante con estrella Michelin para terminar en una cafetería? ¿Eh? La respuesta, claro, estaría más arriba. Y también está Bill Paterson, el Padre de Fleabag, ahora como un vecino de enfrente que puede ser un interés romántico para Mimi. Porque, claro, aquí hay espacio para más historias románticas, porque la idea es abarcar a todas las generaciones posibles. Una pastelería en Notting Hill no tiene, pese a estar en el ámbito de la cocina, ni el encanto de La fiesta de Babette ni el drama y el horror de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. Ni una cosa ni la otra. Tiene una trama llevadera, momentos de humor y ternura y mucha gente paseando en bicicleta. Se ve bien, por momentos entretiene, lo que le falta es el golpe de horno para que el sabor sea de esos como una torta Rogel recién horneada. Aunque sea la primera vez que se hace
Cumplir los sueños maternos, casi como un mandato, amortiguar la pérdida, recomponer vínculos familiares, todos temas que sobrevuelan esta comedia inglesa, en un barrio tan encantador como Notting Hill, tan frecuentado en el cine inglés. Una abuela, gran estrella en el pasado, que paga las culpas de sus ausencias y poca generosidad, se transforma en el motor de un negocio a punto de naufragar, para ese rol la gran Celia Imrie, resulta sencillamente perfecta. Su nieta con una crisis de vocación, la mejor amiga de su hija, un amor del pasado con cuentas pendientes, redondean una historia que transcurre para agradar mientras el negocio en cuestión tiene éxito amoldándose a la característica multirracial de la zona. Como una receta aceitada del género con un buen elenco, los conflictos siempre se resuelven sin que la sangre llegue al rio y las dosis de satisfacción posee el azúcar exacto de una masita fina. Un canto a los emprendedores y empedernidos en recuperar su cuota de afecto y felicidad. La película cumple con belleza estética, climas bien logrados y fiel a un público que gusta de comedias románticas de la vieja escuela.
El pintoresco e inspirador barrio londinense Notting Hill, es el escenario ideal para narrar una historia de amor, superación y reencuentros en torno a una pastelería dirigida por tres mujeres unidas tras la pérdida de Sarah. Una pastelería en Notting Hill, ópera prima de la cineasta londinense Eliza Schroeder, comienza presetando a Sarah mientras se dirige en bicicleta por las calles de Londres hasta el local que abrirá con su mejor amiga, la chef Isabella (Shelley Conn); paralelamente vemos a su hija Carissa (Shannon Tarbet) bailando en su ensayo de danza contemporánea y a su abuela Mimí (Celia Imrie), quien vive del recuerdo de su etapa circense, escribiendo una carta de reconciliación a su hija Sarah. Sin embargo, aquella mañana apacible se transformará en tragedia con la muerte sorpresiva de Sarah. Su pérdida impulsará a las tres generaciones de mujeres a cumplir con su deseo: abrir una pastelería. Si el comienzo tiñe de nostalgia las primeras escenas, el devenir del relato se encauza hacia zonas más luminosas, donde el aprendizaje y la transformación ante la ausencia impulsan la acción de las protagonistas en su vida personal como en la estética que darán a su negocio. Con cierta similitud a películas del género como Mi panadería en Brooklin (Gustavo Ron, 2015) o Una buena receta (John Wells, 2015), el guion recurre a situaciones predecibles y al romanticismo que se impregna en cada receta. Bajo un formato clásico, donde la ausencia de Sarah la vuelve más presente, la historia intenta alimentarse de subtramas que nada le aportan a la trama principal ni al lugar donde transcurre. Una pastelería en Notting Hill combina las buenas interpretaciones de sus protagonistas, con el gusto en la ambientación y el mensaje bien intencionado que intenta endulzar la sensibilidad del espectador entreteniéndolo con las maravillosas delicias y colores que ofrece en pantalla. UNA PASTELERÍA EN NOTTING HILL Love Sarah. Reino Unido, 2020. Dirección: Eliza Schroeder. Guion: Jake Brunger. Intérpretes: Celia Imrie, Shelley Conn, Shannon Tarbet, Rupert Penry-Jones, Bill Paterson, Candice Brown. Producción: Tonio Kellner, Eliza Schroeder, Rajita Shah, Jakob Zapf. Fotografía: Aaron Reid. Música: Enis Rotthoff. Duración: 97 minutos.
En Una Pastelería en Notting Hills la novel directora Eliza Schroeder logra componer una comedia dramática agradable, no solo por su historia de mujeres emprendedoras empujadas por el dolor, sino también por las formas en las que elige mostrar los coloridos macarons y los tentadores pasteles que se pasean frente a la cámara.
Una pastelería en Notting Hill es una representante amena del subgénero de la "gastronomía porno" que se puso de moda en los últimos años, muy especialmente en las producciones de Hallmark. Películas donde los realizadores consiguen tentar al público con numerosos primeros planos de las diversas variedades de cupcakes y tortas que se lucen con una labor de fotografía magnífica. La popularidad de estos filmes se relaciona también con la notoriedad que tienen actualmente los concursos de cocina. De hecho, no es casualidad que Candice Brown, la protagonista de este estreno, fue ganadora en Inglaterra del programa The Great British Bake Off y suele desempeñarse como cocinera en programas de la televisión inglesa. La ópera prima de Eliza Schoeder desarrolla la típica feel good movie que encuentra en su primer acto el contenido más interesante. Con esta propuesta se da una situación particular. Toda la presentación de las protagonistas y el conflicto principal se desarrollan dentro del melodrama, donde una joven junto con la ayuda de su abuela intentan concretar el sueño familiar de tener una pastelería. Ese tramo del film se enfoca en los desafíos que surgen a la hora que concretar un proyecto de esas características. Luego, como si algún productor hubiera creído que la propuesta no era muy comercial, el relato cambia notablemente para enfocarse en la comedia romántica donde se vuelve muy predecible. Si la directora tenía algo para expresar a través de esta historia su intención quedó diluida en una película más genérica que pese a todo consigue ser entretenida.
No siempre queremos películas que nos exciten; muchas veces queremos películas que nos provean algo de paz, sobre todo cuando la realidad está sobreexcitada -como la que nos rodea todos los malditos días. Es el caso de este film sobre un grupo de personas que se cargan sobre los hombros el sueño de otra, en este caso transformar un destrozado local en una pastelería. Tres de esas personas son mujeres, lo que implica además una exploración de la amistad femenina. ¿Está mal? Para nada: lo que hace que el conjunto de buenas intenciones, tensiones, problemas y pequeños triunfos salga adelante es el tono: todos los personajes parecen seres humanos y están tratados con humor e inteligencia. Mejor dicho: no carecen de humor ni de inteligencia, algo que los guiones suelen olvidar y algunos directores, obviar. Promisoria ópera prima.
CON LA RECETA DE SIEMPRE Dado el motivo que elige la película de Eliza Schroeder, el encuentro de la madre, la mejor amiga y la hija de una pastelera que murió, quienes deciden abrir una pastelería en su honor, está claro que queda habilitado el uso de cualquier metáfora gastronómica para definirla. Porque de Una pastelería en Notting Hill podemos decir tanto que le falta un golpe de horno como para tener la potencia que pretende tener, pero también que su sabor de boca es tan dulce como cualquiera de los pasteles que aparecen en pantalla. En ese universo definido por las películas escritas o dirigidas por Richard Curtis, comedias británicas con algo de drama, algo de amor, algo trágico y algo amable (incluso hasta la indigestión), el film de Schroeder encuentra algo menos tramposo y manipulador que lo habitual. Y eso es un acierto. Los primeros minutos son decididamente dramáticos, a partir de la muerte de la Sarah del título original. Una secuencia inicial que muestra el deceso y las consecuencias de su ausencia para la madre, la amiga y la hija. Consecuencias que determinarán la reunión de las tres mujeres y que oficiará, para la película, como cambio de tono. Porque a partir de la decisión de abrir la pastelería, lo que comienza es la historia de tres mujeres (y un hombre, un viejo conocido de Sarah que se sumará como cocinero) que a partir de cumplirle un deseo a la fallecida encontrarán algo así como una segunda oportunidad en sus vidas. No está mal que el astuto guion de Jake Brunger deposite todo el drama en el arranque, porque libera a la película de alternar instancias dramáticas y cómicas de forma mecánica. Lo que sigue entonces es una película de una levedad que se agradece, con personajes que tienen la consistencia perfecta que el cuentito requiere. Tampoco está mal el carácter universal de la película (que el título local refuerza en su guiño a aquella Notting Hill con Julia Roberts), puesto que en determinado momento las pasteleras descubrirán el carácter multiétnico de la ciudad y la potencia comercial que puede tener una gastronomía abierta a otras culturas. A partir de ese detalle, y a diferencia de las películas de Curtis, hay aquí algo menos british, menos localista y, por consiguiente, más universal. Se podrá decir que eso la vuelve un poco impersonal, pero se corresponde con su tema y la necesidad que tienen las protagonistas, como comerciantes, de agradar. Schroeder demuestra que no hay nada de malo en usar viejas recetas si es que se sabe combinar los ingredientes, aunque también se somete a una experiencia novedosa: todos es levemente cómico, levemente dramático, cero intensidad, sin sobresaltos ni estallidos, como buscando lo real en el contexto de una película de lo más artificial.
El ritual de la comida, una excusa para hablar de afectos La zona de Notting Hill, con su atmósfera bohemia y multicultural, es el escenario para una historia sobre sentimientos, conflictos amorosos y familiares. Así es “Una pastelería en Notting Hill”, la ópera prima de la directora Eliza Schroeder. El título original es “Love Sarah”, y Sarah -y su perenne influencia sobre las tres protagonistas- es el personaje que impulsa la trama de la película. El film relata la historia de una chica que a pesar de tener todo en contra -no tiene trabajo, no tiene donde vivir y su novio la abandona- decide hacer realidad el proyecto de su madre: montar un negocio de repostería y salón de té junto a la mejor amiga de su madre y su abuela, una destacada exacróbata circense con la que ni su mamá ni ella tienen relación hace años. A ellas se suman un vecino curioso y un exnovio chef que quiere reinventar su carrera y su vida. El negocio se podría poner en marcha con los ahorros de la abuela, que se siente culpable por haberse alejado de su hija, aunque ahora podría encontrar la posibilidad de reparar su error a través de su nieta y recuperar el afecto de la amiga de su hija. Schroeder toma como excusa el objetivo de montar la pastelería para hablar de tres generaciones de mujeres muy distintas entre sí y su forma de enfrentar los conflictos. La mayor, muy convencida de que es su momento de descansar de una vida larga y exigente; otra en su mediana edad e insatisfecha con el rumbo de su carrera profesional y la tercera en busca de un objetivo que le de sentido a su vida. La directora encuentra sobre todo en la mayor de las mujeres, la multipremiada actriz Celia Imrie, la herramienta ideal para transmitir el poderoso mensaje de empatía y resiliencia que subyace en este film convencional en su planteo aunque destacable en su trabajo técnico y actoral.
Love Sarah es una película chiquita y simple, sin embargo, es buena, y puede lograr llegar al corazón del espectador. A pesar de tener un título sumamente deshonesto. Porque lo quieren asociar con la película Notting Hill, con la cual no tiene absolutamente nada que ver, es una película que funciona bien, sin grandes pretensiones, pero que funciona tanto como una comedia dramática, como una comedia romántica. La Sarah del título, era una cocinera que tenía pensado ponerse un local junto con su mejor amiga y socia, pero fallece a muy temprana edad, y luego del shock inicial, eso produce que se junten la socia de Sarah, la hija de Sarah, y la madre de Sarah, para abrir este emprendimiento culinario que es la pastelería que quedaría en Notting Hill, deduciéndolo desde el título, aunque en ningún momento la película menciona específicamente dónde está. Esta pastelería que abren es bautizada como el título original de la película love Sarah, en homenaje a la fallecida. Allí los personajes tendrán las vicisitudes de abrir un nuevo negocio, de tratar de encontrar como servirle fielmente a la clientela, de tratar de hacer dinero, de crecer artísticamente con nuevas opciones culinarias, y a su vez hay una subtrama romántica, que se da entre la protagonista, quien fue la socia y amiga de Sarah, y un cocinero que había tenido pasado con ambas. En base a esa historia se construye una narrativa clásica, sin muchos fuegos artificiales; con simpleza, pero que emociona; y logra el filme que a uno realmente le interese que a esos personajes les vaya bien; lo cual no es poco. Para enamorarse, para deleitarse, y para inspirarse; sobre todo cuando la vida nos golpea, pero debemos seguirla, y donde desde lo malo, se pueda sacar algo bueno. Recomendada.