Susanne Bier es una directora de cine ya ganadora del Oscar por “Un mundo mejor”, pero sus últimas películas están lejos de mostrar a la realizadora que alguna vez supo ser. Después de “Love is all you need” y “Serena” (que acá ni siquiera se molestaron en estrenar y cuyo protagónico hiper exitoso no logró salvarla –Jennifer Lawrence y Bradley Cooper), llega este drama a nuestras carteleras.
Protagonizada por Nikolaj Coster-Waldau, “Una segunda oportunidad” es un drama oscuro, cercano al thriller, pero a la larga un dramón cuya característica principal es su falta de empatía para con ninguno de los personajes. La trama es polémica y a la vez poco convincente: un policía allana la casa de una pareja de drogadictos y descubre que tienen un bebé del que apenas parecen ocuparse, mientras en su vida personal él se encuentra disfrutando de su primer hijo, probablemente de la misma edad, junto a su inestable mujer. Una aparente muerte súbita se lleva la vida de su propio hijo y en un momento de desesperación no encuentra otra solución que intercambiar en el silencio de la noche los bebés para reemplazar a su hijo por aquel que le tocó el alma aquella tarde.
A partir de acá le siguen varias idas y vueltas, más decisiones de los protagonistas que apenas comprenderemos y sobre todo una película con un tono monocorde que apenas es salvada por la sobria y correcta interpretación de su protagonista.
“Una segunda oportunidad” es una película dura, que plantea muchos dilemas morales pero no parece preocupada por desarrollarlos, quizás pensando en, de manera perezosa, dejar completar mucho más al espectador. O quizás porque decide no juzgar a los personajes (sabia decisión) a la vez que intenta cargar de humanidad a personajes a simple vista oscuros. A esto se le suma un final innecesario, que es desparejo con el resto del metraje, que apuesta al doble discurso de la moral y la incorrección política.
El principal problema del film es que se lo siente inverosímil. Plantea muchas aristas e incomoda al espectador, algo que hace de manera consciente (se hace uso y abuso de planos protagonizados por un bebé que sufre o sufrió las consecuencias), pero a la larga se la siente monótona y, lo peor, innecesaria.