Que Terence Davies tiene una sensibilidad particular para retratar a sus heroínas, para acercarse a lo femenino, es algo que ya sabíamos. Su cariño hacia los personajes que retrata venía de haber sido puesto a prueba con Sunset Song (2015), pero acercarse a la trágica vida de la poetisa Emily Dickinson sin caer en excesos, explotación o golpes bajos confirma que estamos ante uno de los grandes cineastas del presente.
La biografía imaginada por Davies no elude el encierro, los desengaños amorosos, las pérdidas familiares y la cruel enfermedad, pero encuentra en las cartas y la poesía la vía para la evasión y la libertad, para el humor y el cariño. En la presentación de la película en el Friedrichstadt Palast de la Berlinale 2016, el director, tras la proyección, se disculpó por la historia que venía de contar (Cynthia Nixon cumple con los excesos requeridos por el melodrama, género en el que Davies siempre abreva, de una u otra manera) y agradeció las risas que se habían escuchado en la sala.
Excepcional prodigio que el realizador de Del tiempo y la ciudad logra, sin descuidar su habitual búsqueda de belleza formal y la atención por la reconstrucción de época, en una película que no deja de crecer con el paso del tiempo.