Una vida, una mujer narra el camino en vida de una inocente joven de Normandía en el Siglo XIX. Este film, dirigido por Stéphane Brizé, enfoca la pérdida de la inocencia y los sueños por culpa ajena.
Une vie – título original – es una versión femenina similar a Barry Lydon (1975) de Kubrick… Entre la comodidad y la búsqueda de la vida ideal, la joven protagonista de la película llamada Jeanne e interpretada por Judith Chemla, está a punto de recibir un balde de agua fría por parte de la realidad. El film de Brizé quita importancia a los momentos felices que merecen ser recordados y se centra en ofrecernos lo crudo, lo impensable y trágico de una vida con esperanzas rotas.
Es fácil visualizar el contenido de una película que trata principalmente de tragedias y derrotas monumentales, el problema es que en ese absoluto reflejo de fracasos presentes en la cinta, el guionista no consigue transmitir emociones en los personajes que vemos en pantalla; El constante sufrimiento que vive la protagonista se puede percibir como efectivo en la primer mitad de Una vida, una mujer, pero al avanzar el metraje este sufrimiento se torna cómico para el público. Es un clásico “palo a palo” sin fin.
Los personajes tienen un rol de “espectros” de pantalla. Brizé y Florence Vignon -guionistas del proyecto- se encargan de introducir una sociedad de personas de manera burda y desinteresada; no nos importa el destino final de cada uno de ellos por culpa de un guión descuidado que estos dos artistas escribieron como “borrador” final del film; La empatía hacia esta mencionada sociedad de personajes es inexistente si la introducción de cada uno de ellos es similar a un conejo saliendo de una galera y el desarrollo de vida es más corto que el famoso chiste “¿qué le dijo la soda al vino?”. En Una vida, una mujer estamos ante una completa falta de respeto hacia los engranajes que hacen funcionar a una película: los personajes.
Tonos grises inundan constantemente el lente de la cámara, y estos mismos van in crescendo a la par de las tragedias que se ven en pantalla. La putrefacción, los hongos y el ambiente bañado en sombras reinan la paz a medida que la vida de Jeanne avanza y la desesperanza cómica empieza a ganar espacio. ¿Por qué digo cómica? la respuesta es simple: no hay un sólo momento de descanso de situaciones fatídicas, la seguidilla de eventos desafortunados es tan lineal que al finalizar esta odisea el resultado parece una broma.
Los jueves son los estrenos en la cartelera del cine, pero al presenciar todo el pesimismo sin fin del film, tranquilamente se puede desear que se estrene un lunes y estar tranquilo porque lo peor que nos puede pasar se quedó en ese primer día de la semana.