Nueve años y doscientos nueve millones de dólares después “Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas” es el despropósito que esperábamos de Luc Besson luego de “El Quinto Elemento”. Una fantasía excesiva y tortuosa de atravesar en sus eternas 2 horas y 17 minutos de metraje.
Imagina Guardianes de la Galaxia con malos chistes, actores sin carisma, la construcción de un mundo incoherente desde lo estético y hasta lo narrativo. En medio de toda esa ensalada, Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne): la parejita más aburrida del universo.
Besson construyó su película en torno a una pareja con el equivalente a química negativa. Valerian es un comandante en el ejército humano de la Federación y se nos presenta (mediante conveniente dialogo expositivo) como un mujeriego que supuestamente está enamorado de su compañera Laureline, pero con declaraciones de amor que tienen toda la pasión de alguien relatando la lista del supermercado.
Ella, por su parte, atraviesa el filme con una expresión que parece atrapada en algún lugar entre la desaprobación y la total abulia. Tan inexpresivos como el espacio vacío, cuando ambos deben disparar las lineas “graciosas” y cancheras del guión (también escrito por Besson) todo cae en saco roto.
El cocoliche visual sustentado en los costosos CGI no alcanza a resucitar una trama rídicula. Algo que el propio guión parece reconocer en una escena en la cual el personaje de Delevigne grita “Esta misión no tiene sentido!”. A confesión de parte…
Basado en una prestigiosa serie de historietas francesas, donde la ciudad titular es la estación espacial internacional, un lugar en el siglo 28 donde miles de evacuados de los planetas habitan. El conflicto llegará a través de un ataque a una pacifica comunidad de Avatars Pearls para luego justificar (como en “El Quinto Elemento”) que lo más importante no es el dinero ni el poder, sino el amor. La resolución de este conflicto involucra el concepto de ALMAS, porque así es Besson. A partir de allí la película es un hámster en una rueda giratoria, no va a ningún lado.
Ni una secuencia de títulos que resuelve de manera inteligente explicar el estado del mundo, ni una impactante presencia escénica de Rihanna, ni la breve aparición de Ethan Hawke (que nos hace desear verlo en el rol de Valerian) salva una película que está mas cerca de “Zardoz” (1974) que de “El Despertar de la Fuerza”. Ni siquiera alcanza para una visión irónica. Y su falta de personalidad tampoco la pone cerca del culto, hoy cualquier película tiene fan art y la internet propaga cualquier cosa, pero Valerian no cumple el primer requisito que una película de culto debe tener, ser buena.