Pixar continúa su reinado
Es verdad que entre las 13 películas que la compañía de animación Pixar ha producido hasta el día de hoy existe alguna obra más bien floja (Cars) y algún incomprensible despropósito (Cars 2), pero de todos modos, el sello continúa siendo una indiscutible marca de calidad. Valiente venía anunciándose como una apuesta segura, ya que entre otras cosas contaba en sus filas de producción con varios de los más importantes creativos de la compañía: Pete Docter (director de Up), John Lasseter (director de la trilogía Toy Story) y Andrew Stanton (director de Buscando a Nemo y Wall-E) figuran aquí como productores ejecutivos. Si bien la directora Brenda Chapman no es precisamente una primeriza en materia de animación –hace ya doce años había filmado la película El príncipe de Egipto, y desde incluso antes diseñaba storyboards, base de la puesta en escena en esta clase de producciones–, menos aun lo es con el respaldo de semejantes artistas. La cosa parecía venir muy bien. Y así vino.
Valiente es una imponente épica ambientada en un universo similar al que introdujo Dreamworks con Como entrenar a tu dragón, un pueblo vikingo medieval, de personajes adeptos al buen comer, a la fanfarronería y las actividades pugilísticas. Aquí nuestra protagonista es Mérida, una princesa destinada a la corrección y al estatismo, y a desposarse con el primogénito de algún clan vecino. Pero la princesa, cabellera rojo incandescente, pasa de todos los esquemas diseñados para ella y se caracteriza por su incorrección, su destreza con el arco y sus ganas de diseñar su destino de la manera en que a ella se le canta.
La trama no podía ser más simple. El anacrónico alegato a favor de la rebeldía femenina y su conexión con vastos paisajes naturales podía bordear la frivolidad y la cursilería new age. Sin embargo, y paradójicamente, Valiente es una película poderosa, de personajes sólidos y difícilmente olvidables, de notable ritmo y excelente vigor narrativo. Son la precisión en el detalle, la minuciosidad en el diseño y el armado del guión y la puesta en escena lo que lleva a que este relato respire, vibre y que permita una activa inmersión en él. Un montaje paralelo que introduce un conflicto entre madre e hija sin que ellas hablen directamente entre sí, es una original y dinámica forma de exponer sentimientos acallados; una historia precedente que explica el universo presentado está contada en partes, con trazos sencillos y no por ello poco ilustrativos; un personaje que es entrañable y al mismo tiempo una temible bomba de tiempo aporta una nueva fuente de tensión que potencia el vértigo propio del relato.
Se viene escribiendo y hablando mucho de lo llamativo de que un personaje protagónico en que la valentía es la cualidad más destacada, que se trate de un personaje fuerte que confronta a lo establecido, a todo y a todos. Pero no es realmente esto lo novedoso, –de hecho, dentro de Pixar ya se había trazado un personaje femenino igual de potente con Eva, de Wall-E–, sino el hecho de que una princesa no requiera de una contraparte masculina para alcanzar su plenitud. Aun las más modernas y recientes, como las de Encantada y Enredados, no escapan a ese mito cansino del príncipe azul, y en este punto hay algo muy destacable.
Publicado en Brecha el 17/8/2012