Veloz como el viento: hermosa como Italia
La película que dirige Mateo Rovere parece irse por el lado del drama de superación deportiva pero termina conquistando al espectador con el retrato de sus tres protagonistas.
Las películas de carreras de autos, al igual que ocurre con ese deporte parecen tener definido un circuito por el que casi todas ellas hacen el mismo recorrido.
En el caso de Veloz como el Viento, el director Mateo Rovere opta por comenzar a recorrer la misma pista pero se sale todo el tiempo de la misma, ya sea a boxes o a darse una vuelta por ahí, para luego retomar con gracia itálica una trama que atrapa desde los primeros cinco minutos.
Giulia De Martino (Matilda De Angelis) es una corredora de Gran Turismo de 17 años que a tan sólo seis carreras de terminar un campeonato sufre la muerte de su padre y mánager.
Este hecho desgraciado amenaza con terminar no sólo con su carrera deportiva sino también su vida como la conoce ya que si no obtiene el dinero necesario perderá su casa, hipotecada por su padre.
Pero lo peor que le puede pasar a Giulia es la reaparición de su hermano Loris (Stefano Accorsi), un ex piloto expulsado del hogar a causa de sus problemas con las drogas y el alcohol, que regresa a la casa a reclamar su parte de la misma.
Por desgracia para Julia, deberá aceptar esta convivencia a fin de que su otro hermano, el pequeño Nico (Giulio Pugnaghi), no sea derivado a un orfanato.
Lo que no espera la joven es que ese descarriado sujeto, que vive en el exceso junto a su novia Annarella, se convierta en un inesperado aliado en su lucha por superarse.
Veloz como el Viento no va a cambiar la historia del cine italiano, está claro eso, pero una vez superados los prejuicios por la películas de carreras se convierte en una historia para disfrutar gracias a las grandes actuaciones de Accorsi, De Angelis y Pugnaghi que se roban la película de principio a fin y la hacen mucho más llevable de lo que sería si hubiese sido filmada en Hollywood.
Es destacable también que Rovere no se concentra sólo en el intenso drama familiar sino que también presta especial énfasis a las carreras, logrando varias escenas que no sólo retratan el ámbito deportivo sino también algunas persecuciones en las calles de Imola e incluso una "picada", todas ellas de impecable realización.
Como si esto fuera poco, el director logra mantener la tensión durante toda la película en base a tomar los lugares comunes en los que suelen caer los realizadores y darles una vuelta de tuerca a cada paso.