"Le Skylab", o "Verano del '79" en su título local, comienza con una familia subiéndose a un tren, en la que tienen tickets de asientos separados entre sí. La madre intenta, sin mucho éxito, pedirle a algunos de los otros viajantes que cambien asientos. "Quiero que estemos juntos como la familia que somos". No puede, y se sienta, al lado de la ventana, y entonces comienza a recordar. Y allí empieza la película.
La imagen nos lleva al tiempo en que ella es una niña viajando al cumpleaños de su abuela. La reunión es multitudinaria, una familia muy numerosa llena de matices. En ella aparecen todos los personajes de un grupo "muy normal". También las situaciones que ella recrea desde la memoria, se viven, en la visión del espectador, como cotidianas. ¿Quién no se agarró de niña a los pelos con otra? ¿Quién no se olvidó a la abuela afuera porque ésta se quedó dormida? ¿En qué reunión no empiezan a discutir por temas políticos hasta llegar a los gritos y crear un ambiente hostil? Sobre todo en sus comedias situadas en París y Nueva York, Delpy ya había demostrado saber a la hora de construir estos universos, pues aquí esto está al extremo, lo que lo hace mucho más divertido. La película se limita a retratar esta jornada familiar.
Sí, afuera hay algo más. Se dice que va a caer un satélite por allí cerca y Anna, la niña, no puede evitar sentir miedo, pensar en el ¿y si hoy es nuestro último día? Pero en realidad, también como la escena del principio en el que ella se sienta y recuerda, parecen excusas, nunca se lo percibe como lo más importante, todo parece ser una excusa para mostrarnos como funciona y se vincula este grupo de personas. Anna en ese fin de semana se pelea con su prima, duerme con su primo en una carpa, tiene su primer ilusión amorosa con un chico más grande que ella con el que baila y también su primera desilusión cuando luego lo ve besarse con su novia. Etapas. Etapas que la hacen cuestionarse, no sólo por el fin del mundo, sino por su vida y el amor. "Ojalá alguien me ame algún día", dice. Y piensa en uno de los personajes coloridos más interesantes que tiene el film, el del tío Hubert, dice de él: "Es amable y nadie se enamora de él". Y es que en general los personajes que se presentan son tienen cierta caracterización de incorregibles y perdidos, pero aún así son queribles, alguno más que otro.
Es que al fin y al cabo, como dice uno de sus personajes, a la familia no se la elige, se la acepta. Así como son. Nostálgica y divertida, la película de Julie Delpy no es totalmente autobiográfica (ha dicho que, por ejemplo, el tío Hubert ha salido de su imaginación) pero se percibe mucha apreciación por aquellos momentos familiares. En ella, la actriz y directora, elige interpretar a su madre joven. Su abuela es, nada menos que, Emmanuelle Rivas, a quien hemos visto hace poco en "Amour". Sin duda, un film que vale la pena ver, en el que no costará verse reflejado y sin dudas, a la familia en la que nos tocó crecer.