Una isla única
¿Se puede hablar de una franquicia Julio Verne de la productora New Line Cinema? Sería otra manera de llamar a lo que ese estudio norteamericano redescubrió cuando, en 2008, rodó su versión último modelo del clásico de este escritor, Viaje al centro de la Tierra, y lo convirtió en un pingüe negocio de 45 millones de dólares de costo y 241 millones de dólares de recaudación.
Ahora, esta gente volvió a la carga con Viaje 2: La isla misteriosa, y para hacerlo se tomó una pequeña licencia, ya que el libro que ahora se cita no es una secuela del anterior, sino una novela aparte en la obra de Verne.
Un dato que al público le tiene sin cuidado ni bien comienza la acción en esta película un poco despareja, pero con varias secuencias impactantes que justifican la entrada pagada.
El conflicto comienza en una casa de barrio, donde el hijo y su padre del corazón no logran ponerse de acuerdo para convivir, hasta que un suceso extraordinario los convierte en compinches.
El muchacho capta una emisión de radio procedente de una isla que no figura en los mapas. Con los conocimientos que su tutor adquirió en la marina, terminan viajando hacia el Pacífico sur y encuentran el paraíso, donde su abuelo navegante se perdió una vez. Es un lugar maravilloso, "donde lo pequeño es grande, y lo grande pequeño", y el encuentro con el abuelo se convierte rápidamente en rescate, porque la isla está hundiéndose a gran velocidad.
Los muy buenos efectos especiales se cargan gran parte de los méritos de esta película, ya sea en la representación de ciudades perdidas, o criaturas espeluznantes -como ciempiés gigantes o elefantes enanos-, o en la reconstrucción de una nave emblemática de este género, como lo fue y es el Nautilus de 20.000 leguas de viaje submarino, otra de las geniales creaciones del escritor francés.
Los otros aciertos de la película son los personajes secundarios y el toque de humor fresco. Luis Guzmán está fantástico, como el piloto del helicóptero y padre de la guía de la que se enamora Sean, el chico científico. Michael Caine se limita a poner su oficio sobre la mesa (lo que no es poco), y Dwayne "La Roca" Johnson se las arregla para ser el contrapunto en la comedia y desdoblarse como el tipo rudo que dispensa un "estate quieto"cuando hace falta.