Extraña pareja
Siempre se ha dicho que los opuestos se atraen, y en el caso de Victoria y Abdul las diferencias convergen de manera increíble y poco habitual dentro de un drama histórico.
La reina Victoria (Judi Dench) se encuentra transitando los últimos años de su monarquía rodeada de su servidumbre real y los obsecuentes de siempre. Sola, anciana y aburrida, ya nada le produce entretenimiento, hasta que conoce a Abdul Karim (Ali Fazal), un joven enviado desde la India para ayudar en los servicios de las Bodas de Oro del mandato de la soberana. La química entre ellos surge de inmediato, la curiosidad de la reina por conocer todo lo que los muros de su palacio le ocultan aflora, y el joven indio pasa de ser un simple sirviente a su gran amigo y confidente.
Es cierto que hay una vieja concepción circundante acerca del estilo inglés para filmar, con sus parsimonias, sus maneras acartonadas y su gusto “refinado”, por nombrar algunos prejuicios. Stephen Frears ya demostró, con trabajos como La reina y Florence, que la manera de hacer biopics a lo “british” no necesariamente requiere de solemnidad ni refinamiento, pero sí de una estética hiper cuidada. Eso es Victoria y Abdul. Una película cargada de ternura y sentimientos, de los que no abundan en los personajes retratados de la realeza británica y que, sin dudas, son necesarios a la hora de recrear el costado más humano de un monarca.
A nivel narrativo, el filme no aporta sorpresas, pero tampoco decepciona cayendo en los lugares comunes. La historia se desenvuelve a paso ligero mientras la amistad entre la reina y su sirviente va aumentando en soltura y calidez. Judi Dench acapara la escena como la actriz de gran trayectoria que es, mientras Ali Fazal acompaña de manera atinada y muy graciosa, formando un dúo inverosímil pero excepcional. A su vez, es para destacar las pequeñas “bajadas de línea” que el guion deja entrever en las escenas donde los asistentes de la reina se horrorizan al ver que un indio se convierte en su compañero más importante. El evidente racismo que se respiraba en esos tiempos no le da a la película un tono moralista, solo colabora en seguir haciéndola más cómica de lo que ya es.
Por supuesto, y como habíamos dicho antes, la fotografía no escapa a la mención, ya que se destaca en gran medida el trabajo visual que le da a los escenarios su aire característico de la época victoriana, sin perder por un instante la luminosidad.
Victoria y Abdul tiene mucho para brindar, no solo una historia bien contada y llena de emociones inesperadas, sino también un gran entretenimiento, de esos que son bienvenidos cuando menos se buscan.