En esta distopía dirigida por Trey Shults, Joel Edgerton interpreta a un padre que protege a su familia contra las enfermedades infecciosas y los extraños que merodean su casa.
Aunque el pánico es palpable, un pragmatismo letal y la desconfianza gobiernan los motivos de los personajes y sus acciones. Y cuando la sospecha abunda, la hospitalidad y la humanidad son víctimas. Porque siempre existe la constante amenaza de lo está ahí afuera (sea lo que sea). Y ese temor se palpa en cada escena, cada cena, cada conversación.
La tensión que Shults construye es brillante, casi insoportable. Intensamente fotografiada, la película imagina una pequeña parte del día del juicio final con espeluznante credibilidad, por que en los mejores casos aquello que resulta más terrorífico en una película de terror es lo que no ves.