El guionista Taylor Sheridan vuelve a probarse (tras seis años desde su ópera prima, “Vile”) como director y consigue una película sólida e impactante sin llegar a ser nunca obvia o predecible. El escritor de películas como “Sicario” y “Hell or high water” despliega acá (donde además de dirigir, claro, escribe también el guión) una historia de naturaleza violenta que pone en foco una comunidad de indios norteamericanos.
Enmarcada en la reserva india de Wyoming, el punto de partida es el asesinato de una joven de 18 años, algo que al protagonista (Jeremy Renner), un cuidador y cazador de animales salvajes, le toca nervios muy profundos.
Este hecho también trae a una joven investigadora (Elizabeth Olsen, uno de los rostros jóvenes más prometedores que tiene el cine hoy día) que de repente tiene que enfrentarse con una sociedad y un lugar muy distinto al que acostumbra, que se le presenta hostil, desde la conducta de algunos de esos hombres taciturnos y primitivos (en un lugar como este, la mujer ocupa un lugar inferior y menospreciado) hasta el frío que hiela los huesos.
Mucho frío, unos paisajes nevados y helados, a los que la banda sonora compuesta en gran parte por Nick Cave le sientan muy bien, especialmente cuando suena su voz. Es que la película de Sheridan cuenta con un trabajo de dirección notable y construye climas muy poéticos, además de lo tenso y oscuro del relato. Una de las aristas interesantes del guion está en la relación entre ambos protagonistas. Ambos se necesitan y complementan, se conectan, pero sin caer en la típica relación romántica.
Los actores desprenden una química natural que ya había quedado evidenciada en las películas de Marvel. “Wind river” es un drama teñido de tensión (pero una tensión más bien contenida), por momentos muy duro en su violencia, algo seco y frío como sus paisajes, pero sobre todo impactante y conmovedor.
Es una sorpresa que una película de esta calidad probablemente pase tan desapercibida pero lo cierto es que estamos ante un film muy logrado que acierta tanto en contar una historia, con el cómo hacerlo y sobre todo en lo que logra transmitir. Sheridan construye su película con metáforas y símbolos, silencios y gestos, y algunos diálogos quizás un poco más explícitos. Pero en general estamos ante un frío y cautivador relato.