Isabelle Huppert y un viaje de reinvención
Fugarse, desaparecer sin dejar rastros, cortar todos los lazos, borrarse del mundo, recomenzar de cero, inventarse otra vida, otra identidad. ¿Quién no ha tenido alguna vez, aunque fuera fugazmente, esa fantasía? Benoit Jacquot toma la idea de la novela de Pascal Quignard (y parcialmente su desarrollo) para emprender esta exploración sobre la identidad y la fuga y hurgar en los pliegues más inatrapables de la interioridad del ser humano. Pero no se trata de un film de indagación psicológica: se asiste a las acciones (las de la protagonista, que es quien tras vivir un hecho que se supone perturbador, empieza a hacer realidad aquella fantasía de la huida absoluta, la huida de todo), y de ellas se infieren los cambios en su estado de ánimo, pero no hay explicaciones: casi todo pertenece al universo de lo no dicho. Y sin embargo, a pesar de toda esa ambigüedad, se sigue su progresivo andar rumbo a no se sabe dónde (y a toda marcha), con el mismo interés con que se sigue la de un fugitivo, sin que se sospeche la presencia de un perseguidor. Hay algo del hechizo de los sueños en su aventura.
Nadie domina ese lenguaje tan lleno de misterio como Isabelle Huppert, que aquí hasta cambia de rostro y de cuerpo a medida que va avanzando en su viaje de reinvención. Ann, la cotizada pianista que una noche sigue a su marido, lo ve entrar en una casa y besarse apasionadamente con otra mujer y casi en el mismo momento se tropieza con un viejo amigo al que conoce desde que era chica, fue antes Éliane, tuvo un padre músico que dejó a su familia para siempre y un hermano que murió joven. Cuando descubre la traición no hace una escena, pero inmediatamente rompe con su marido y poco después empieza a liberarse de todo lo que la encadena: deja la música, vende los pianos, la casa, los muebles, apenas se despide de su madre, ya casi ausente. El recobrado amigo la ayuda a desaparecer. Cruza varias fronteras en todo tipo de vehículos y sólo se detiene en una villa italiana poco accesible en lo alto de un monte sobre el mar. Encuentros e incidentes menores y un fugaz regreso a Bretaña ilustran sesgadamente sobre los sentimientos de esta mujer emotivamente frágil pero dueña de firme voluntad.
El lenguaje fracturado, abrupto, a veces abstracto de Jacquot responde al ritmo de este viaje emotivo que no está totalmente desarrollado en términos narrativos e invita a leer entre líneas y por eso puede resultar frustrante para algunos. Huppert es, como siempre, fascinante.