La sed del vulnerable
Al considerar la interesante carrera de la norteamericana Kathryn Bigelow, de inmediato debemos dividir su producción en dos períodos específicos. Aunque sus primeras obras resultan bastante atendibles, las cúspides artísticas de la etapa inicial son las pintorescas Punto límite (Point Break, 1991) y Días extraños (Strange Days, 1995), films que imponen un estilo singular vinculado a la súper acción ochentosa, el preciosismo formal y la profusión de tomas subjetivas. El quiebre hacia la adultez llega con la relativamente fallida The Weight of Water (2000) y la excelente K-19: The Widowmaker (2002). Como consecuencia del fracaso en taquilla de ésta última, el regreso se dilató por seis largos años.
Sin dudas Vivir al límite (The Hurt Locker, 2008) es su mejor trabajo hasta la fecha, un drama bélico de una insólita virulencia en donde el desarrollo de personajes y la intensidad de la trama son los elementos fundamentales. Todo comienza con la asignación del Sargento William James (Jeremy Renner), un adicto a la adrenalina, como el nuevo líder de la Compañía Bravo, una unidad de elite encargada de desmantelar explosivos en los días posteriores a la invasión a Irak. Pronto se gana el odio de sus compañeros Sanborn (Anthony Mackie), un hombre que siempre apuesta a seguro, y Eldridge (Brian Geraghty), un joven con tendencias depresivas. Juntos deberán convivir hasta el ansiado reemplazo.
El guión de Mark Boal, responsable de la historia de la temáticamente similar La conspiración (In the Valley of Elah, 2007), hace foco en el hecho de que determinados soldados disfrutan de la vehemencia del combate, esa furia ambigua que se tambalea en la frontera que separa a las victimas de los victimarios. Con el mismo espíritu crítico de Redacted (2007), el opus del gran Brian De Palma acerca de la guerra en Medio Oriente, la película también puede ser leída como un análisis de la vulnerabilidad y amplitud de maniobra de las tropas estadounidenses en territorio enemigo. Quizás éste es el verdadero eje de la multipremiada propuesta, aún más que la mendacidad perenne detrás del conflicto.
Pocas veces el devenir cotidiano de los enfrentamientos militares ha sido plasmado en pantalla con tanta inteligencia y meticulosidad en el trazado general. Bigelow construye una ambiciosa estructura narrativa basada en un tono seco y un ritmo asfixiante, por momentos francamente demoledor: las prolongadas secuencias de suspenso en torno a las bombas están intercaladas con instantes de aparente quietud en la base. La realizadora administra las escaramuzas con su maestría habitual y reincide en el minimalismo expresivo para apuntalar la tensión (en este ítem el film supera con creces a K-19: The Widowmaker). Una angustia expectante recorre el relato sin nunca dejar lugar a la calma.
Más allá de los cameos de figuras de primera línea como Ralph Fiennes, David Morse y Guy Pearce, el desempeño del elenco en su conjunto es uno de los pivotes principales del andamiaje emocional. En especial sobresale la labor de Jeremy Renner, un actor austero que saca provecho de un personaje mucho más complejo de lo que se cree a simple vista. Centrándose en las paradojas de una profesión extrema, Vivir al límite pone al descubierto las distintas clases de egoísmo que afloran en un contexto espantoso, en el que nadie es inocente. Aquí la honestidad humanista, alejada del maquillaje mainstream, registra los pormenores de una sed de supervivencia que se mezcla con la inefable pulsión de muerte.