Sacrificios de la vida criminal.
La nueva película de Ben Affleck en modalidad director y actor, un señor que se ganó su lugar en ambos rubros a fuerza de persistencia y talento, es quizás su opus más flojo detrás de cámaras, no obstante vale aclarar que el nivel de la propuesta en cuestión es muy bueno y que sus trabajos previos fueron en verdad excelentes (toda comparación debe ser ajustada a parámetros precisos). De hecho, Vivir de Noche (Live by Night, 2016) -en términos cualitativos- se ubica en una zona relativamente cercana a Argo (2012), la cual a su vez cayó un peldaño por debajo de su maravilloso díptico inicial, conformado por Desapareció una Noche (Gone Baby Gone, 2007) y Atracción Peligrosa (The Town, 2010). Este regreso a los dramas delictivos no se condice del todo con lo que se podría esperar de Affleck, quien en esta ocasión reemplaza el realismo sucio de antaño por un clasicismo algo insólito.
Sin duda el rasgo distintivo de la obra pasa por sus diálogos anti naturalistas -cargados de una retórica barroca y autocontenida- sobre los sacrificios y la deshumanización paulatina que conlleva la vida criminal. Esta interesante jugada, típica de los guionistas que se entusiasman en demasía con determinados segmentos de los libros que adaptan (aquí Affleck, como en Desapareció una Noche, vuelve a firmar un guión basado en una novela de Dennis Lehane), deja de lado el argot de los suburbios de Boston y la decisión parece ratificada por el devenir de la propia historia: luego de un prólogo contextualizado en la ciudad de los dos primeros films del cineasta, la acción se traslada a Tampa, Florida. Todo gira en torno a Joe Coughlin (Affleck), un ex soldado de ascendencia irlandesa que trata de abrirse camino mediante robos varios en el tramo final de la década del 20 del siglo pasado.
Como consecuencia de un asalto a un banco que termina con tiroteos, policías muertos y él arrestado, Coughlin va a parar a prisión por tres años -gracias a la intervención a su favor de su padre Thomas (Brendan Gleeson), Capitán de la Policía de Boston- y al salir libre decide pedirle trabajo a Maso Pescatore (Remo Girone), un “capo mafia” italiano que tiempo atrás intentó chantajearlo para matar a un rival, Albert White (Robert Glenister), cuya amante era amante de Coughlin también, una tal Emma Gould (Sienna Miller) que para colmo terminó traicionándolo al entregarlo a White. Determinado a empezar desde cero, acepta el encargo de Pescatore orientado a apuntalar el tráfico de alcohol en Tampa y hacerse fuerte en una zona bastante ajetreada. Allí se enamorará de Graciela Corrales (Zoe Saldana) y luchará contra cielo y tierra -literalmente- para instalar un gran y lujoso casino.
Affleck es un realizador muy autoconsciente como para tomarlo a la ligera, lo que en términos prácticos significa que los cambios de tono a lo largo del desarrollo de la película son premeditados: el relato combina distintos elementos de las tragedias gangsteriles de forma un tanto caótica a simple vista (si nos paramos en la vereda del tradicionalismo), ya que empieza con el melodrama exacerbado para luego virar hacia la fábula de expiación y finalmente a la denuncia de las utopías alrededor del amor, la familia, la hegemonía política y el “progreso económico” en el capitalismo. Lo curioso del caso es que la experiencia resulta gratificante en todo momento porque logra construir coherencia a partir de un fluir narrativo algo errático aunque sólido, aprovechando el encanto freak de fondo como un puente entre la turbación de la trama y las sorpresas que depara por esos mismos desajustes.
Uno como espectador no puede dejar de celebrar que en un sistema de estudios tan aburrido como el actual, donde sólo priman la profesionalidad más insípida y el reciclaje ad infinitum de premisas del pasado, aparezca una anomalía difícil de encasillar como Vivir de Noche, un trabajo sosegado e inesperadamente sensible que esquiva de manera contundente la dialéctica de los códigos criminales, las revanchas, los “problemas de polleras” y las carnicerías por las carnicerías en sí (de hecho, la historia da por sentado todo ello al principio, amaga con profundizar el sustrato por antonomasia del film noir y de inmediato pega un volantazo hacia otros rumbos). El opus de Affleck hasta se permite instantes de humor negro que complementan a la perfección este esquema de “menos furia y más corazón” que analiza la bola de nieve de la corrupción social y las ofrendas que reclama…