Mucho le debe Voyage, voyage (o Mariage à Mendoza , su título original) a la frescura y la energía de Philippe Rebbot, o sea Marcus, el grandulón barbudo y desgarbado que desde el comienzo del film, recién bajado del avión que lo trajo de París, habla por teléfono en una rara mezcolanza de francés, inglés y español con invariable y marcado acento galo.
No ha venido solo. Por ahí cerca, tratando de sobrellevar los efectos de una borrachera adquirida en el viaje, anda su hermano menor Antoine (Nicolas Duvauchelle), más menudo y bonito, pero inmutable en su impávido gesto de aflicción. Tal expresión tiene su razón de ser: está en pleno duelo tras una inesperada y forzosa ruptura sentimental: poco antes de partir, su mujer lo ha abandonado. Justamente ahora en que los dos están aquí para asistir a la boda de un primo en Mendoza, y de paso conocer algunos atractivos del país, incluidos los vinos cuyanos y los meteoritos que les han dicho abundan en el Valle de la Luna y son considerados piedras de la suerte.
Marcus hará todos los esfuerzos imaginables para levantar el ánimo de su hermanito y empujarlo a disfrutar del viaje. En realidad, todo no es más que una excusa para que los dos hermanos de caracteres tan opuestos, que no han vivido hasta ahora demasiadas experiencias juntos y se conocen relativamente poco, emprendan una aventura llena de variadas y casi siempre imprevisibles peripecias como corresponde al modelo de la road movie, al cabo de la cual su relación habrá experimentado sustanciales cambios, y el director de la película habrá expuesto sus reflexiones y/o puntos de vista sobre la fraternidad tema central, los lazos familiares, la soledad, el amor, la melancolía y la solidaridad.
El expansivo y simpático recepcionista del hotel donde se alojan (Gustavo Kamenetzky) es el primer personaje que les sale al encuentro y se suma al plan de viaje (se dice cicerone experto y también sabe de vinos, de hermanos y de matrimonios fracasados). Después, cuando se pongan en marcha, habrá otras figuras que se incorporarán a la comitiva, la más importante de las cuales es una bella muchacha desenvuelta y sexy (Paloma Contreras) que no tardará en despertar el interés de los dos franceses, La relación entre ellos experimentará una brusca alteración. La melancolía cambiará de manos; la alegría de vivir, también.
Si en términos de anécdota (venida, como los personajes y algunos actores, de su corto ¿Dónde está Kim Basinger? , premiado en Clermont-Ferrand en 2009), el film flaquea en algunos sectores, el director Edouard Deluc compensa esas debilidades con la tierna, generosa mirada que echa sobre sus criaturas y tiene, como se ha dicho, apoyo fundamental en Rebbot, que hasta el citado corto era prácticamente un desconocido en Francia. También se lucen Paloma Contreras y Kamenetzky, y son bien aprovechados por el fotógrafo Pierre Cottereau los escenarios naturales.