Entre el relato de la historia del Palacio San Carlos y la accidentada visita de Antoine de Saint-Exupèry a la Argentina, Nicolás Herzog traza un camino de historias, mitos y verdades sobre el vinculo del autor de El Principito y ese misterioso lugar ubicado en Concordia, Entre Ríos.
Vuelo Nocturno resulta interesante para aquellos que no conocen el legado del Castillo San Carlos o la influencia que tuvo la familia Fuchs – en especial Edda y Nora, apodadas “Las Princesitas”- en el autor Francés. Herzog hace un buen trabajo en dirección del proyecto recreando momentos lúdicos de la juventud de las jóvenes como si fuera una grabación casera, no obstante, el entretenimiento e información brindada se siente absolutamente débil y soporífero: no es un proyecto que pueda conseguir la suficiente fuerza de atracción en una sala de cine. Vuelo Nocturno es más convincente como un especial de relleno en algún canal de tv. Dicho sea de paso, si el espectador es asiduo a hacer zapping puede ser que se encuentre con la historia del palacio y la escapada de Saint-Exupèry por lo menos 3 veces en el año.
La extensión del film de aproximadamente unos 70 minutos es de agradecer ya que el nexo de historias convulsionan una y otra vez para finalizar en una resolución incompleta.
Antoine de Saint-Exupèry fue un individuo interesante y su vida tuvo muchas anécdotas fantásticas, pero hay que referir que – con respeto – los encargados de realizar un recorrido por su trabajo se estancan en las mismas anécdotas una y otra y otra vez haciendo que la vida y obra del autor se sienta como una mera repetición de un eco. El core – el centro de historia- no producen el más mínimo asombro por la cantidad de veces que se vio y se oyó y los espectadores pueden encontrarse pensando en “Oh… Dios” en las anécdotas presentadas.
Vuelo Nocturno es un metraje bien dirigido, posee una fotografía excelente y tiene un correcto nivel de esfuerzo en presentación, de todas formas abruma al tratar de encantar con una historia aburrida que no consigue – justamente – despegar nunca.