Seis años pasaron desde que Disney presentó Ralph el demoledor (Rich Moore). El entrañable personaje regresa esta vez en Wifi Ralph, secuela que combina el encanto de la primera entrega pero esta vez focalizado en el mundo de internet.
La trama se sitúa seis años después de lo ocurrido en la primera entrega. Ralph continúa con su trabajo de destrozar edificios sólo que ahora, en sus ratos libres, disfruta de la compañía de su amiga Vanellope. Un día ingresa a Sugar Rush (el juego de la joven) y, como era de esperar, tras una seguidilla de múltiples eventos, termina arruinando todo: el volante de la máquina se rompe y el juego corre peligro de ser desconectado para siempre.
Este conflicto se origina en el mismo instante en el que colocan wifi en el lugar. Es ahí cuando los protagonistas deciden emprender un viaje a través de internet para llegar a eBay y así comprar un nuevo volante para Sugar Rush. En esta nueva aventura Ralph y Vanellope deberán enfrentar los desafíos que este nuevo mundo (completamente desconocido para ellos) les presenta a cada paso.
Si bien la película se enfoca por un lado en la relación entre Ralph y Vanellope y por otro entre el mundo de internet, estas dos cuestiones no son contrapuestas. Wifi Ralph no es sólo una historia sobre la amistad ni tampoco sobre internet, sino que es una mezcla de ambas cosas. La realidad es que internet en general y las redes sociales en especial cambiaron nuestra forma de relacionarnos con el entorno. La llegada de Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, etc. marcaron un antes y un después en la forma en que las personas entablan una relación -ya sea de amistad, romántica o simplemente sexual-.
Con gran parte del foco puesto en el descubrimiento de internet, Wifi Ralph deja un mensaje claro sobre las redes sociales y lo peligrosas que pueden ser. Dejando por un momento los gags de lado, la nueva cinta de Disney muestra lo cruel que pueden ser las personas a través de las redes sociales. En determinado momento, nuestro protagonista descubre el lado oscuro de este mundo: decenas de comentarios crueles escondidos a través del anonimato. Este es un mensaje importante, sobre todo para el público más pequeño que más vulnerable es a este tipo de acoso cibernético.
La cinta también presenta una mirada hacia las relaciones tóxicas, en esta ocasión contada desde el punto de la amistad -algo de lo que poco se habla, ya que se suele focalizar siempre en las de pareja-. Si bien Ralph demostró que no es el villano que aparenta en su videojuego, su comportamiento respecto a Vanellope se torna posesivo y peligroso. El grandulón no quiere perder a su mejor amiga y está dispuesto a hacer cualquier cosa (hasta “romper internet”) con tal de mantener a la pequeña a su lado, sin importar los verdaderos deseos de ella.
Uno de los puntos más icónicos de este film (y que posiblemente sea recordado por un largo tiempo) es el viaje de Vanellope hacia el sitio web de Disney. Esta escena no sólo está repleta de divertidos gags hacia Pixar, Marvel y Star Wars, sino que también es una crítica hacia lo que representan las famosas princesas de este “mundo mágico”. Las generaciones pasadas fuimos criadas con princesas bajo ciertos estándares hoy en día polémicos: altas, flacas, todo el tiempo bien arregladas (maquilladas, peinadas, vestidos épicos). La pequeña Vanellope se encuentra con estos personajes para romper esos estereotipos y demostrar que con ropa cómoda y una no angelical voz también se puede ser una princesa.
Wifi Ralph mantiene la misma originalidad y frescura que la primera entrega, pero en esta ocasión también añade un tono un poco más serio. En esta secuela se abordan temas más complejos como los peligros de internet, las relaciones tóxicas, los cánones de belleza impuestos. Aunque también se vuelve a ahondar en el poder de la amistad y en la importancia de seguir los sueños. Esta película posiblemente sea una de las excepciones en donde la segunda parte supera a la primera.