La contracultura es una contestación al sistema, o algo así dice el director de esta cinta que fue proyectada en la edición número 34 del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y que ahora llega a nuestras salas comerciales. Lo cierto es que, con dureza y referencialidad al mismo tiempo, retrata los modos de vida propios de los sectores sociales marginalizados, con todas las cuestiones que esto conlleva.
«Ya no estoy aquí» sigue a Ulises, un adolescente que vive en un barrio humilde de Monterrey, ciudad fronteriza con Estados Unidos, quien debe emigrar a Nueva York luego de enfrentarse a una pandilla que lo amenazó de muerte. Además, el protagonista forma parte de Kolombia, una contracultura surgida en el año 2011 en México que tiene como eje principal la pasión por la cumbia colombiana.
Hay varios tópicos que se entrecruzan a lo largo de la película: la identidad, la comunidad, la pertenencia y la segregación social. Todas estas cuestiones son abordadas con profundidad, dando como resultado un retrato respetuoso y honesto de la realidad latinoamericana, en la que abundan casos como los que la película trata.
Con un fuerte guión compuesto antes del rodaje y modificado durante la filmación para adaptarse mejor a los modismos de Monterrey, la cinta sostiene un ritmo ameno en sus 105 minutos de duración. Además, la cumbia tiene un papel preponderante no solo en la vida de Ulises, sino también en la esencia de la película: suena en todo momento, ya sea para regalarnos una secuencia de los personajes bailando o para mostrarnos cómo el protagonista se abstrae de las crueldades de su mundo cuando tiene los auriculares puestos. Esto crea un universo en el cual es imposible no sentirse, de alguna manera, partícipe.
Por otro lado, las interpretaciones también son un punto a destacar. Todos los actores que forman parte de la pandilla de los Terkos encarnan su personajes con naturalidad, aunque esto se entiende al saber que ninguno de ellos eran profesionales y que hay mucha carga de sus propias historias en sus papeles. Si bien todos están muy bien y le ponen el cuerpo a los momentos de baile, quien se destaca y brilla en pantalla es Juan Daniel «Derek» García Treviño en la piel de Ulises.
De esta manera, «Ya no estoy aquí» funciona como una perfecta muestra de los sectores sociales que son excluidos y estigmatizados, pero que encuentran su identidad y pertenencia en movimientos que hacen suyos. Frente a la violencia, las drogas y el barrio humilde que a veces parece un callejón sin salida, los Terkos — la pandilla a la que pertenecen Ulises y sus amigos— responden con cumbia como elemento de unión y resistencia. Es una cinta que por momentos incomoda y entristece, pero esto es porque sabemos que hay poco de ficción en esta historia. Podemos cambiar los nombres, los países y la forma de hablar, pero esta realidad es compartida por todo el continente latinoamericano.
En síntesis, «Ya no estoy aquí» es una película que resignifica el lugar de la cultura propia de los barrios bajos, que muchas veces es juzgada y señalada por la clase alta pero que es totalmente constitutiva de la identidad de sus habitante, a la vez que expone la problemática de la marginación. Así, Frías de la Parra trae una historia cruda, que no anda con medias tintas ni romantiza la pobreza, sino que la retrata con una desgarradora honestidad.