La saturación de la identidad sexual.
Comparemos por un momento la interesante madurez de una película como Yo, mi mamá y yo (Les garçons et Guillaume, à table!, 2013) con el desastre que podría haber redondeado Hollywood a partir de idéntico material y/ o designios temáticos. Sea cual fuese el mote desde el cual el mainstream pasatista suele encarar un film de este tipo, llámese “nueva comedia americana” o cualquier otro slogan berreta, el resultado es casi siempre el mismo y no permite atesorar grandes esperanzas: hablamos de engendros sustentados en referencias pop, estupidez todo terreno, estrellitas lustrosas, lenguaje soez y una triste levedad que emparenta al séptimo arte con la comida chatarra y los avisos publicitarios de detergente.
En tren de sincerarnos, vale aclarar que muchas de las comedias francesas que llegan a la cartelera porteña no pasan de representantes anacrónicos del ámbito menos atractivo de la industria cinematográfica gala, el dedicado a propuestas románticas por demás simplonas que funcionan como vehículos para el “galán” de turno. Hoy estamos ante un soliloquio prodigioso por parte de Guillaume Gallienne, quien adquiere la forma de un “hombre orquesta” que protagoniza, escribe el guión y dirige: con elementos de metacine y un fuerte dejo autobiográfico, la obra analiza la construcción progresiva de la identidad sexual del personaje del título original, cuyo nombre replica al del responsable máximo del convite.
Así las cosas, el relato acompaña a Guillaume en sus viajes, descubrimientos, sinsabores ocasionales e intentos exploratorios para con su “condición de chica”, un esquema psicológico apoyado por su entorno inmediato (familia, compañeros de colegio, etc.). De hecho, el actor no sólo se pone en la piel del atribulado joven sino también de su madre, jugando tanto con las fábulas edípicas y la dialéctica de los “espejos compensatorios” como con el imaginario homosexual más caricaturesco, en sintonía con la recordada La Jaula de las Locas (La Cage aux Folles, 1978). La trama va acumulando capas significantes que se complementan en una fusión eficaz, por momentos maravillosamente espontánea y caótica.
La ópera prima de Gallienne combina las perspectivas irónica y humanista con vistas a evitar la corrección política, sorprender al espectador y esquivar el formalismo de cotillón con el que el cine estadounidense -y sus acólitos locales- pretenden tomarse en solfa absolutamente todo, reproduciendo la falta de compromiso de los imberbes más anodinos y la lógica de “la nada por la nada misma”. Con un comienzo cargado de un dinamismo muy hilarante y una segunda mitad un poco más sosegada y menos ingeniosa, la encantadora Yo, mi mamá y yo privilegia la intimidad de los vínculos afectivos y la saturación psíquica resultante por sobre la malicia e hipocresía de los prejuicios sociales del acervo cotidiano…