Yo soy así, Tita de Buenos Aires: La mujer detrás del mito.
“Se dice de mí…
se dice de mí…
Se dice que soy fiera,
que camino a lo malevo,
que soy chueca y que me muevo
con un aire compadrón…”
Música: Francisco Canaro
Letra: Ivo Pelay
¿Cómo se reconstruye un personaje que existió? ¿Cómo traer de nuestra memoria el rostro visto y darle un nuevo ángulo, otra aproximación? Tal vez internándonos en la médula de una existencia que tiene sus oscuros, unos que podrían no ser públicos por esas mismas sombras que la distorsionan y que al ser representadas nos permiten leerlas sin juzgar.
Teresa Costantini se interna, como lo hiciera con Felicitas (2009), en la biopic de una mujer, y se atreve a indagar en sus sombras, contando la historia como lo que es, un sinnúmero de anécdotas que se entrelazan en los grises. Tal vez no es casual, o podríamos decir “causal” que sus protagonistas sean mujeres que se atrevieron, que lo intentaron y que a pesar, lo han logrado en mayor o menor medida.
El desafío de la realizadora es narrar la historia de Tita Merello, sus inicios, la infancia cruel, la juventud de una sobreviviente, intentando no juzgarla y permitiéndonos ser sus testigos. Acertadísimo acercamiento al que Mercedes Funes da cuerpo y alma, con una performance que sabemos será un antes y un después para la actriz. Estamos ante Laura, antes de que fuera esa Tita que arrollaba con su labia y su belleza a fuerza de espíritu, en los años en que se escribieron sus primeros recuerdos, como el amante, interpretado por Mario Pasik, que le enseñó a leer y escribir, la pobreza, el sucio Bataclán, las milongas y la calle. Es una narración de orígenes, contada con el sentimiento de un sobreviviente que se atrevió a rebasar los límites. Logrando que el espectador se identifique con esa joven, que al participar de la construcción siente y vive esa metamorfosis.
Y también participamos de una visión, esa que la directora da a esta vida, donde la selección de momentos en la historia de la actriz parece sostenerse en la búsqueda de la construcción no de un mito, como lo es hoy, sino de una mujer que amó, que sufrió y combatió para hacerse de su lugar. Nos inmiscuimos en su intimidad para conocerla humana y frágil, porque de ello se alimenta la fuerza y el coraje que conocemos de su vida pública. Su relación con los hombres, su amor por Luis Sandrini, Eva y la revolución libertadora y su la lucha a través de un mundo en que, más que nunca, los hombres decidían el lugar que ellas ocupaban.
Con una producción deslumbrante, caminamos a través de los primeros cincuenta años del siglo veinte de la mano de una mujer que se relaciona con él no de la manera en que el resto de su género estaba haciéndolo, y eso es lo interesante de perseguir los andares de Tita.