Con un formato de falso documental como si se tratara de una entrevista televisiva, “Yo soy Tonya” es una tragicomedia delirante, mordaz, políticamente incorrecta, sobre un escándalo real en torno a la patinadora norteamericana (dos veces olímpica) que da título al film. Tonya Harding. Fue la segunda del mundo en hacer la pirueta Triple axel, pero también fue tristemente célebre por otro episodio: en 1994 Tonya era una de las patinadoras más prometedoras, pero su rivalidad con una colega Nancy Kerrigan hace peligrar sus posibilidades para los Juegos Olímpicos. Poco antes de la competencia Kerrigan es agredida brutalmente y las sospechas recaen sobre la propia Tonya, su ex marido y su patético guardaespaldas que se autoproclamaba ser espía del FBI.
Como en “La batalla de los sexos” (2017), que sucedía dentro del ámbito del tenis, ambas son producciones poco convencionales porque las personas reales en las que se basa tienen poco de corrientes. Quien vaya esperando una típica película de patinaje al estilo Hollywood, con la trama de la atleta que con esfuerzo termina superando todos los obstáculos consiguiendo el triunfo deportivo, no podrá encontrar nada más opuesto. La historia muestra la contracara del sueño americano. Aquí ningún personaje resulta agradable, ni siquiera Tonya (Margot Robbie), pero es un efecto buscado ex profeso que, lejos de restarle encanto al film, es donde reside su atractivo.
Párrafo aparte merece el personaje de la madre de la patinadora, interpretado magistralmente por Allison Jenney, una persona fría y sarcástica que desafía a su hija ya desde pequeña a mejorar desde el hostigamiento verbal y físico. Convencida de que el fin justifica los medios, consideraba que la mejor forma de motivar a su hija era humillándola. De tan mala, resulta el personaje más atractivo gracias al talento de ésta actriz de cine, y TV (“Juno”, 2007, “The west wing”, serie 1999-2006, “Las horas”, 2002), a la que le ha llegado su merecido reconocimiento ganando todos los premios en la antesala del Oscar, y el otorgado por la Academia a mejor actriz de reparto.
Uno de los mayores aciertos es que el relato se centra especialmente en las perversas relaciones en la vida de Tonya, dejando en un segundo plano el suceso que da lugar a su caída. Pareciera que el carácter cruel de la madre, sumado al maltrato del esposo,no amilana a Tonya sino que dispara su gran espíritu de lucha, pero a veces es difícil ser fuerte cuando todo el mundo te da la espalda. En una escena clave, cuando está por salir a competir en los juegos olímpicos en Lillehammer, a punto de cumplir su sueño pero rodeada de escándalo, ella se maquilla frente al espejo y vemos el reflejo de una mujer que está a punto de quebrarse tras la máscara.
Harding fue vetada de por vida por la Asociación de Patinaje Artístico de EE.UU. al ser declarada culpable de conocer los hechos del ataque contra la rival artística. La expulsión del patinaje fue equivalente a una sentencia de muerte para ella, quien luego se dedicó a boxear para sobrevivir. A los norteamericanos les encanta las historias de personas que ascienden desde la nada hacia el éxito, pero también pueden ensañarse hasta desangrarlas cuando caen del pedestal, reflexiona Tonya frente a la cámara. Muy significativamente el film se cierra con una mancha de sangre en el piso del ring.
Esta realización independiente dirigida por Craig Gillespie (quien debutó con la extraordinaria “Lars y la chica real”. (2007) compitió por los Oscar como mejor montaje (por su original estructura que alterna a los protagonistas hablando a la cámara contradiciendo el discurso del otro), y como mejor actriz principal (la bella australiana Margot Robbie, también una de las productora de la obra) , además de ganar por la mencionada Allison Janney.
El punto débil es su longitud con algunas escenas sobrantes, pero compensa con varios méritos: sus excelentes protagonistas femeninas, escenas memorables entre madre e hija, y el atractivo de la banda sonora que intercala canciones de la época (Supertramp, Cliff Richard, Dire Staits ) cuyas letras sustentan lo narrativo en vez de actuar como mero fondo musical, un recurso inteligentemente usado. Su punto más fuerte es su corrosivo humor negro que la aleja totalmente de cualquier biopic.