Edgardo González Amer (Tuya) dirige un thriller enmarcado en un barrio marginal y protagonizado por Martina Krasinsky como una joven que se termina convirtiendo en vengadora.
Apostando a un clima asfixiante, lo nuevo de Edgardo González Amer es un thriller alejado a aquel que lo posicionó: Tuya. Otro ritmo, otro escenario, otro tono. Más cercano quizás a sus inicios como realizador.
En ¿Yo te gusto?, Nati (Martina Krasinsky) vive con su familia en el seno de un barrio marginal. Un padre que labura incansablemente y pasa largas horas manejando un colectivo, y una madre que cocina, entre otras cosas, los sandwiches que ella sale a repartir junto a su hermano. Como si fuera poco, la familia lleva a cuestas una deuda de la cual nunca logra librarse.
Es entonces que decide empezar a trabajar para el mismo hombre poderoso al que le deben dinero. Desenfadada y rebelde, incapaz de acatar órdenes, Nati se introduce sin miedo a un mundo que pronto se revela más oscuro y violento de lo que imaginaba.
Krasinsky interpreta a su Nati a través del exceso, de una actuación desmesurada, en excepción quizás de las escenas que protagoniza junto a su padre. Tanto Daniel Loisi como Leticia Brédice, más contenida y sobria que nunca, consiguen dar vida a estos padres. Mientras Nati se entiende con él, juzga y choca todo el tiempo con su madre, quien sólo encuentra un poco de refugio junto a un hombre más joven que la corteja y le promete cosas a las que ella no puede acceder.
Daniel Aráoz, en el papel del poderoso villano, intenta dotar al personaje de carisma pero se percibe unidimensional. Como sucede con la protagonista, por momentos se siente exagerado, sobreactuado.
González Amer dirige su película con un ritmo frenético que se acelera después de que sucede lo peor. La primera parte, demasiado larga hasta llegar a ese momento definitorio, se toma su tiempo en desarrollar personajes, relaciones y problemáticas. Luego todo se resuelve de manera apresurada.
¿Yo te gusto? consigue un ritmo ágil y por momentos vertiginoso. Sin embargo se pierde en un retrato plano (aunque intenso) de la vida en un barrio marginal. Es curioso que quizás lo mejor del film radique en Brédice, quien suele entregar un mismo registro de personajes y acá sorprende con algo nuevo y sutil.