“Yo me la banco sola” y “la gente nunca cambia” se oye en el reggaetón empoderado que abre la película y es toda una declaración de principios. Edgardo González Amer decidió encarar un relato en formato de western urbano en medio de la marginalidad de Villa Lugano. La miseria es moneda corriente en la vida de Nati (impecable rol de Martina Krasinsky), quien ama a su padre (sólido Daniel Loisi), ahora colectivero y con pasado en la delincuencia. Hay una deuda que él no puede pagar y Nati lo sufre. Su madre (eficaz papel de Brédice) coquetea con un vecino (Caponi) y a la vez está desesperada por sacar su familia a flote, pero ni Nati ni su hermano Seba trabajan, así que cuesta cada vez más parar la olla. “La necesidad no conoce leyes” se lee en el primer capítulo de esta historia. Nati decide agarrar “los fierros” y sumarse a una barra pesada del barrio para levantar una moneda. Para eso tendrá que estar a las órdenes de Yuca (Aráoz, en un rol muy estereotipado). Cuando ella se subleva, Yuca la viola, así de terrible. Nati urdirá una venganza feroz. La película interpela desde la fragilidad de los sectores marginales, con víctimas que se convierten en victimarios, atrapados en un sistema que oprime hasta asfixiar.