Zama

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

"Zama", los riesgos del cine de culto

La espera y la frustración son el motor de "Zama". El filme de Lucrecia Martel viene de un gran paso por Venecia y Toronto, fue elegida para representar a la Argentina en los premios Oscar y los Goya, y como si esto fuera poco la crítica la elogió ampliamente. Sin embargo, "Zama" no es una obra maestra como se la promociona, aunque sería injusto -si existe la justicia en el cine- tildarla como una mala película. Ambientada en el siglo XVIII, esta es la historia de Diego de Zama, un funcionario de la corona española que espera y desespera por una carta del rey para que le otorgue el traslado a Buenos Aires. Allí están sus hijos y su esposa, en otra vida muy lejana a este presente, en el que convive con presiones de arriba mientras actúa como un voyeur, y bastante destrato con los que están abajo. Martel apuesta a los planos cuidados y eso es un acierto en este filme, cuya trama es muy difícil de entrar en la sensibilidad del espectador. Diego de Zama aparece como un ser al que primero se lo odia y al final inspira piedad. El deseo sexual difuso, el protagonismo de los animales, los nativos con sus costumbres y su dialecto sin traducción construyen un caos en la mente de este funcionario, que cada vez se aleja más de su propia identidad. "Zama" está planteada como una película de culto, a la que que no se le puede negar una lograda producción, pero que costará mucho digerir para el público medio.